El año pasado -29 de noviembre de 2018-, escribí un artículo-reclamo titulado “Anthony Ríos es un artista y punto…”, para expresar que a los artistas u genios no se les podía juzgar por sus creencias o preferencias políticas, ideológicas, religiosas o de cualquier otra índole, pues los artistas –y Anthony Ríos lo era, y lo es (porque quedan sus composiciones e interpretaciones), en grado sumo- son “…seres excepcionales, llenos de complejidades y de visiones no del todo comprensibles, pues viven en otro plano del arte, la creación y a veces sumergidos en excentricidades…”.
Y lo peor, hacía esa reflexión en momentos que se le regateaba un premio u homenaje que no se le otorgó bajo unos argumentos, si mal no recuerdo, pobrísimos y mezquinos que ni siquiera vale la pena recordar ante el dolor nacional que hoy embarga a la sociedad dominicana por su partida.
Sin embargo, ese amargo antecedente -de injusticia y mezquindad- que se cometió en desmedro de Anthony Ríos, no debería repetirse jamás, pues a los artistas se les debe juzgar -¡y respetar!- por su arte, trayectoria, legado y talento; y no por trivialidades, prejuicios o doble moral pública de quienes, en algún momento, les toque valorarlos, reconocerlos, distinguirlos o premiarlos.
Porque los hombres que trascienden en la vida pública de cualquier sociedad –a base de dedicación, cualidades excepcionales, esfuerzos y talentos-, se elevan, quiérase que no, por encima de los demás ciudadanos; y no pocas veces, se convierten en íconos, mitos, leyendas o referentes imperecederos. Y Anthony Ríos, fue, en vida –y ahora que ya no estás entre nosotros- un valor-sentimiento nacional arraigado en el corazón de la gente…!
Finalmente y antes de concluir, quisiera repetir –para que no caiga al vacío- un fragmento más de ese artículo que escribí: “…tenemos que aprender que, los artistas, a menos que no dañen o lesionen la vida de otros, son seres excepcionales…”.
¡Celebremos, pues, el legado y la fructífera trayectoria artística de Anthony Ríos, y démosle –como sociedad y país- la despedida y el homenaje nacional que su dimensión, estatura artística y humana se merece!
Mientras, me quedo con dos de sus más emblemáticas interpretaciones –para mí gusto-: “Viejo amigo” y “Morir de amor”….