Bruno Rosario Candelier, director de la Academia de la Lengua Española, tiene más de 50 años en la vida literaria y 25 en el Movimiento Interiorista; es doctor en Lingüística, licenciado en Educación, promotor literario, crítico y autor de un conjunto de obras que hicieron posible la entrega del Premio Nacional de Literatura, la más alta distinción que recibe un escritor dominicano. Sus creaciones más importantes son:“Poesía mística del interiorismo: antología de la lírica teopoética y protomística”; “El logos en la conciencia: lenguaje, conceptualización y creatividad”; “La lírica metafísica: la conciencia trascendente en la poesía dominicana”; “La garra del estrés: lenguaje, miedo y control emocional” y “La mística en América: contemplación, poesía y espiritualidad”.

Siempre hay una señal que nos guía hacia lo que nos apasiona, ¿cómo pasó en su caso?
A los 15 años ya sabía que quería ser escritor. Esto, porque un día estuve leyendo el libro “La República Dominicana: directorio y guía general”, escrito por Enrique Deschamps. Cuando iba por el capítulo “Los movimientos literarios”, sentí una especial inspiración debido a que el autor resaltaba los grandes escritores del siglo XIX: Manuel de Jesús Galván, Salomé Ureña, José Joaquín Pérez, Fernando Arturo de Meriño, César Nicolás Pensón, Pedro Henríquez Ureña, entre otros, por lo que dije en mi mente “quiero llegar a ser como uno de ellos”. Lo extraordinario es que cuando publiqué en el 1986 un libro llamado “Ensayo Literario” quien lo presentó fue el escritor Cándido Gerón y manifestó lo siguiente: “Bruno Rosario Candelier, es quien nos ha quedado al equivalente de autores como… y nombró a todos esos literarios que habían sido una inspiración para mí a la edad de 15 años.

¿Quién de su familia le dio ese“empujoncito” para que siguiera su vocación?
Hubo una época en la que decido irme de Moca (pueblo natal) para vivir en un campo de Salcedo llamado Palmarito donde residía mi abuelo (Félix Antonio Candelier). Después de tener seis meses residiendo allí, me llama mi abuelo y me dice: “Bruno, tú tienes que irte a Moca para que vuelvas a la escuela y asumas los estudios, porque tienes un futuro brillante en las letras”. Deduzco que su consejo fue, porque en las noches me escuchaba conversar con mis primos a quienes les contaba historias del pueblo. Les describía lo que era una librería, una iglesia, un parque… lugares que ellos no conocían.

¿Cuándo inicia su experiencia formativa?
Me llevé del consejo de mi abuelo y decidí retornar a mi pueblo. Después de haber durado cuatro años sin estudiar, me “engancho” en la escuela, la cual había dejado, puesto que mi padre nos llamó un día y nos expresó que teníamos que dejar los estudios, ya que lo que ganaba no le alcanzaba para seguir manteniéndonos. Cuando cumplo 17 años tuve el deseo de entrar al seminario, donde duré siete años. Ahí aprendí lenguas, entre ellas Latín y Griego. Luego, cuando decido abandonar la casa de formación, le pido a un amigo que me ayude a conseguir un trabajo. De esa forma llego hasta el Ministerio de Educación, donde a los tres días me enviaron una carta nombrándome como profesor en una escuela en Licey al Medio, pueblo perteneciente a la provincia Santiago.

¿Cuándo entra a la universidad para obtener la licenciatura y cómo llega a ser profesor de esa casa de estudios?
En el momento en que me contratan como profesor de la escuela no era licenciado, por lo que inmediatamente me interesé por estudiar en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (Santiago) para poder graduarme en Educación. Al terminar la carrera, participé en un concurso que tenía la universidad para ser maestro y gané. Recién graduado empecé, también allí, a dar clases de español, eso fue en el año 1969. Al principio era un novato, pero seguí aprendiendo y tomándole mucho amor a esa profesión. Después conseguí una beca para ir a estudiar a la Universidad Complutense de Madrid, España, donde hice un doctorado en Letras. Soy doctor en filología, una carrera que es ahora que se está conociendo, la cual comprende el estudio de la lengua y la literatura.

Después de toda esta formación académica, ¿qué se siente trabajar en lo que tanto le gusta?
Da satisfacción trabajar en lo que a uno le gusta, no hacerlo es un castigo. Un narrador está llamado a conocerlo todo, porque es el vocero de su historia, de su pueblo, de su cultura… Quien experimenta la vocación literaria es porque ha sido seleccionado por una energía espiritual del universo que elige quien va a ser, por ejemplo, escritor, músico, científico, filósofo, etc., eso es lo que se llama una apelación en el interior de uno para dar testimonios.

De sus libros, ¿cuál lo llena de mayor satisfacción?
Aunque hay obras que valoro, pasa que, cada vez que estoy escribiendo un libro, ese es el que más me llena en el momento. Es difícil después de escribir tantos, elegir uno.

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