Por la tranquilidad de Haití

Haití es noticia de nuevo a causa de la violencia como expresión de reclamo frente la administración del presidente Jovenel Moise, quien precisamente logró cumplir dos años.

Haití es noticia de nuevo a causa de la violencia como expresión de reclamo frente la administración del presidente Jovenel Moise, quien precisamente logró cumplir dos años. Enfrenta el rechazo de una oposición activa por denuncias de corrupción o en reclamos de mejoría económica.

El deterioro de la convivencia viene a ser un recordatorio acerca de que la constante en nuestro vecino es la inestabilidad, lo que lógicamente hace que los dominicanos nos preocupemos. Todo lo que ocurre allá impacta de este lado, ya sea por la emisión de más migrantes o por el impacto en los intercambios comerciales y sociales.

Se resume en la realidad haitiana la frágil base de una economía afirmada en contribuciones, que nunca serán suficientes ante tantos rezagos y necesidades y la debilidad institucional secular, y no se advierten de que esa condición pueda modificarse. Para que ocurra, lo primero que debe prevalecer es el orden, y con el mismo, la convivencia social. Pero la misma es taladrada por injusticias igual añejas, sin que se adviertan gobiernos o políticas que alienten programas de largo plazo.

Sin embargo, ahora lo que se requiere es que Haití sea objeto de atención. Sabemos de sus problemas de siempre, y parece que si bien se puede pregonar que solo los haitianos están llamados a superarlos, una comunidad con tatas limitaciones, necesita niveles de acompañamiento.

Los dominicanos hemos estado en primera línea. Ya con política de acogida inevitable de miles de haitianos que migran hacia este lado, o con expresiones solidarias cuando las circunstancias lo han requerido. Como la emergencia del devastador terremoto de 2010.

Es una pena que los grandes países vinculados a la historia de Haití, ya como colonia, caso de Francia, territorio bajo ocupación, caso de Estados Unidos, o Canadá, ya por tradición, lengua o cultura, se desentiendan de acompañarlo en su triste realidad. La pobre Venezuela, en una crisis sin precedentes, que guarda agradecimiento a los haitianos, ha hecho demasiado y nada se le puede pedir.

Haití, al menos, se merece tranquilidad.

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