En los sitios donde voy suelen preguntarme, con angustia unos y mera curiosidad los demás, qué podría esperarse del proceso electoral, si será violento o si la oposición recuperará el gobierno.

Cuando me formulan este tipo de inquietud, especialmente si estoy fuera del país ajeno a lo que diariamente acontece, suelo recordarles que no soy adivino por lo que no puedo leer el futuro ni anticiparme a los hechos. Y al igual como ocurre en una partida de ajedrez, las posibilidades de los jugadores políticos se analizan a partir de la posición, no en base a especulaciones respecto a lo que hará uno o piensa hacer el otro. Sobre esa base, en los meses recientes suelo responder a esas interrogantes de que aún es prematuro para hacer predicciones y que todo dependerá de cómo opere el proceso de reconciliación en el PLD y de igual manera en la esfera de oposición, donde los disgustos pueden jugar un papel determinante, y principalmente cuando quede definido el cuadro electoral, con la elección del candidato del partido gobernante.

El hecho es que los factores que aún quedan por definir son fundamentales, sin los cuales resulta muy arriesgado entrar en el campo de las especulaciones o los pronósticos. Aun cuando existe una prohibición contra el presidente Danilo Medina, una eventual y no improbable reforma constitucional abriría el camino a una nueva reelección y a una posible, no necesariamente segura, división en el partido de gobierno. La lucha interna por la nominación presidencial en el oficialismo pudiera abrir la brecha de una escisión, pero la advertencia de “no hay marcha atrás” pudiera no ser tomada muy en serio dado el cambio que llevó al expresidente Leonel Fernández, presidente del PLD, a aceptar las primarias abiertas apenas horas después de haber amenazado con trancar el juego a lo interno del partido.

El “no hay marcha atrás” podría venir de reversa.

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