¡Cuánto tiempo!

Ya los tiempos de las revoluciones armadas pasaron a la historia, cuando las decisiones se tomaban mediante decretos, resoluciones o leyes nacidas de congresos o asambleas populares.

Ya los tiempos de las revoluciones armadas pasaron a la historia, cuando las decisiones se tomaban mediante decretos, resoluciones o leyes nacidas de congresos o asambleas populares.
En general, esos cambios tenían el inconveniente de que se adoptaban por aplastantes mayorías triunfantes o aclamaciones, pero no siempre resultaban adecuadas. Pero se adoptaban. Había voluntad, firme determinación.

En el sistema democrático dominicano, qué tanta lucha da realizar cambios. Reformar algunas legislaciones que ya no se corresponden con los tiempos o aprobar nuevas demandadas por amplios núcleos de la sociedad.

A los proyectos les dan demasiado vueltas. Las discusiones resultan interminables. Predominan los intereses sectoriales, religiosos o políticos. Claro que no se pretende que las cosas sean salcochadas, aprobadas a la ligera. Pero lo que no resulta admisible es por qué debe el Congreso tomarse tanto tiempo para adoptar disposiciones de interés general.

Sólo cuando entra en juego un poder determinante como el Ejecutivo, ante el cual el Poder Legislativo suele postrarse, pasa un proyecto de ley en un tiempo razonable.

Los miembros de las cámaras legislativas no parecen sensibles a estos asuntos. Dejan pasar cualquier tiempo con materias de interés social y son postergadas indefinidamente.

Es como si no tuviesen sensibilidad social, humana, por las cosas que pueden impactar positivamente la vida de la gente, o el sistema institucional y hasta la paz social. No hay que ser específico para mostrarlo, porque las iniciativas legislativas están ahí en el Congreso.

Sería bueno, para citar un caso, que la reforma de la ley de la seguridad social, la 87-01, sea considerada de alto interés ciudadano, y se agote con propiedad el proceso de escuchas ciudadanas, las famosas vistas públicas, se consulte a todo el mundo en tiempo hábil, y finalmente, se obre en beneficio de la sociedad.

Otras proyectos engavetados, como los códigos vitales para el fortalecimiento de la administración judicial, deben finalmente ser aprobados, por el bien de en un país con tantas fracturas sociales.
¡Cuánto tiempo necesitan para hacerlo!

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