Panamá. El papa visitó el domingo el Hogar del Buen Samaritano, en Panamá, un centro que atiende a personas que han contraído el virus del Sida y donde habló de que la indiferencia también “hiere y mata”.

“Estar hoy con ustedes es para mí un motivo para renovar la esperanza. Gracias por permitirlo”, dijo Francisco, que concluyó ayer su visita a Panamá, donde llegó para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Ante el personal y los voluntarios en el pequeño patio cubierto de este centro y de otros hogares de asistencia a los más desfavorecidos, Francisco explicó que preparando este encuentro pudo leer el testimonio de un miembro de este hogar que le “tocó el corazón porque decía: “aquí yo nací de nuevo”. Indicó que este tipo de instituciones “son signo de esa vida nueva que el Señor nos quiere regalar”. En este centro, donde el lema es “prohibido morir”, Francisco destacó que “el prójimo es sobre todo un rostro que encontramos en el camino, y por el cual nos dejamos mover y conmover de nuestros esquemas y prioridades y conmover entrañablemente por lo que esa persona vive para darle lugar y espacio en nuestro andar”.

Puso el ejemplo de la parábola del Buen Samaritano donde se muestra que “la indiferencia también hiere y mata”. “El Buen Samaritano, así como todas vuestras casas, nos muestran que el prójimo es en primer lugar una persona, alguien con rostro concreto, real y no algo a saltear o ignorar, sea cual sea su situación. Es rostro que revela nuestra humanidad tantas veces sufriente e ignorada”, explicó.

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