El trepador político novelado por Marcos Rodríguez

Un mediocre exitoso en un país de estúpidos: La insólita historia de un país donde la realidad supera los límites de la imaginación, es el título de la última novela del escritor y abogado Marcos Rodríguez, en la que describe el ascenso desde la más espantosa pobreza

Un mediocre exitoso en un país de estúpidos: La insólita historia de un país donde la realidad supera los límites de la imaginación, es el título de la última novela del escritor y abogado Marcos Rodríguez, en la que describe el ascenso desde la más espantosa pobreza hasta la cima del poder político de un joven dominicano que, de haber sido abordado por un profesional de la conducta, le habría diagnosticado una esquizofrenia, cumpliendo con los criterios estandarizados del Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM). Esta limitación no es óbice para que logre saltar desde un mugriento recolector de basura hasta vicepresidente de la República, después de pasar por la alcaldía y otros puestos estatales.

La calificación de “mediocre exitoso” que da Rodríguez a su personaje Bonavides Arango va más acorde con la realidad narrada que la expresión “en un país de estúpidos”, ya que en nada está presente la estupidez si vemos que el propio protagonista representa la intrepidez y la osadía del hombre dominicano para superar situaciones miserables y crecer económica, política y socialmente, muchas veces, como es el caso en cuestión, renunciando a los escrúpulos y al concepto de dignidad. La psicología más actual ve en Arango a un resiliente, que no tomó en cuenta sus oscuros orígenes para luchar por alcanzar un espacio de primera línea en la injusta sociedad que le tocó vivir.

Me gustaría que Leonte Brea, calificado politólogo dominicano que ha estudiado con rigor científico la lucha por el poder, le dé un vistazo a esta novela de Rodríguez, ya que en sus enjundiosos análisis explica el fenómeno de la “sumisión exitosa”, que es la que pone en práctica el protagonista para conquistar la gracia del líder, quien lo bautiza “heredero político”.

El “mediocre exitoso” es el mismo “sumiso exitoso”, condición de la que no se avergonzó Balaguer en sus Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo, consciente de que en política no se le tiene asco al tiburón podrido.

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