El 19 de enero del 1960 la dictadura de Trujillo arrestó al doctor Manuel Tejada Florentino, y nunca más se le volvió a ver. Discreto y humilde prefería la acción por lo que se convirtió en una figura importante del movimiento clandestino. Días antes de su arresto, mientras se encontraba en Tenares, su compadre el doctor Angel Concepción le pidió prestado su carro para asistir un parto en San Francisco de Macorís. Al regresar cerca de las tres de la mañana, al momento de devolverle el vehículo, el doctor Tejada Florentino le hizo jurar que nunca abandonaría a los pacientes pobres de Tenares que el doctor Tejada atendía los sábados. Ya sabía de su posible arresto, y como conocía de su condición cardiaca entendía que no saldría vivo de la cárcel. Para entender la reciedumbre de aquellos médicos, en el 2003 el doctor Concepción llamo a su ahijado, el hijo del doctor Tejada Florentino, ingeniero José Ignacio Tejada Tabar, para pedirle excusas porque ya no tenía fuerzas para seguir cumpliendo el juramento a su compadre, ya que él seguía asistiendo cada sábado a Tenares a atender aquellos pacientes que le había jurado al doctor Tejada Florentino no abandonar, 43 años después.
Su hijo Víctor Manuel Tejada Polanco, Cardiólogo, refiere que en torno a las torturas, muerte y destino del cadáver de su progenitor, se han ofrecido cientos de versiones. “A él lo hizo preso un tal Flicho Palma, de Tenares, que era su ahijado, quien justificó su acción con el argumento de que pensaba protegerlo, es la explicación que ha dado”, agrega el primogénito. Hace alusión al libro de Alicinio Peña Rivera, “Historia oculta de un dictador: Trujillo” en el que el ex jefe de Inteligencia relata que “lo colocaron en la silla eléctrica con fines de torturarlo, no resistió la tortura y murió”. También narra la explicación que le ofreció el doctor Ángel Concepción, amigo entrañable de su padre, a quien el cardiólogo encargó sus pacientes de Tenares meses antes del apresamiento. “Mi papá tenía una cojera de su pierna izquierda que se le empezó a manifestar después de graduado. Decía que era su regalo de graduación. Era muy hipersensible a la corriente eléctrica, cualquier contacto, a él le producía una reacción más fuerte que a otra persona”, manifiesta Tejada Polanco. “Lo cierto es que él tenía ese problema y sabía que si lo sentaban en la silla eléctrica, por su alta sensibilidad a la corriente no iba a soportar una descarga con fines de tortura”. La versión más socorrida, empero, es la de que padecía una lesión cardíaca que al parecer había ocultado a su familia. Cuando iban a torturarlo advirtió a sus verdugos su condición pero los sicarios no le creyeron, “pensando que trataba de evadir el martirio”. La verdad, sostiene el doctor Tejada, “es que nunca la familia volvió a tener noticias concretas de él, nadie lo vio jamás. Su tumba es la del soldado desconocido y la que en su corazón llevamos los que jamás le podremos olvidar”.
Su muerte fue un duro golpe para todos los que le conocieron, pero sobretodo para su familia. En una muestra más de la increíble crueldad de aquella época, durante semanas, su esposa, Doña Sofía Tabar, acudía a la cárcel a llevarle comida y a saber de él. Aquellos esbirros desalmados cogían la comida y le decían que estaba todo bien. Doña Sofía Tabar viuda Tejada mantuvo su dignidad y fue de las mujeres que tras la muerte de Trujillo le exigían al Presidente Balaguer que les dijera qué había sido de sus parientes. Doña Sofía crió a los cuatro hijos que tuvo con el dr. Tejada Florentino con gran integridad y todos son hoy profesionales de gran éxito y reconocimiento.