El culto a la adulonería presidencial es parte de nuestra cultura política, lastre del autoritarismo de los siglos XIX y XX. Estos días dicho culto asoma potentemente, dentro de la cuestión de la reelección. Funcionarios, párrocos, lisonjean al presidente Danilo Medina por ejecutorias presidenciales positivas. Siempre me he preguntado por qué hay que alabar a servidores públicos, incluido el primer mandatario, por hacer el trabajo que deben hacer, máxime que lo hacen con el dinero público, no el suyo, no es caridad. Viene al caso reflexionar que un presidente que trabaja bien, como Medina, simplemente acata su Juramento Constitucional. En contrario, los que lo ensalzan a repostularse en 2020, lo estimulan a pisotear la Carta Magna pues ésta se lo prohíbe. Lastimosa contradicción.

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