Por una sociedad llevadera, y no intolerable

El ser humano permanecer con vida le posibilita adquirir conocimientos que, acumulados, con el transcurrir de los años le permiten tener una idea de lo que es la realidad del medio donde desarrolla sus actividades, saber cómo son las personas con las cuales se trata y cuál es su proceder.

1.- El ser humano permanecer con vida le posibilita adquirir conocimientos que, acumulados, con el transcurrir de los años le permiten tener una idea de lo que es la realidad del medio donde desarrolla sus actividades, saber cómo son las personas con las cuales se trata y cuál es su proceder. Las vivencias son las lecciones que nos ayudan a aprender y sacar reales conclusiones de las experiencias.

2.- Recientemente, al llegar a mis ochenta años de edad he pensada en lo difícil que resulta vivir en una sociedad como la dominicana de hoy, en la que convergen clases que ocupan diferentes posiciones en el abanico social y, por vía de consecuencia, tienen conductas diametralmente opuestas. La diversidad en la forma de actuar las personas dificulta la sana convivencia.

3.- No hay que ser muy inteligente, estar dotado de mucha materia gris, ni creerse por encima de la luz de la razón; para darse cuenta de lo que es el medio social en el cual estamos viviendo los dominicanos y las dominicanas en la presente etapa. Basta con darle riendas sueltas al pensamiento para saber en el ambiente que nos estamos moviendo.

4.- Con pequeños detalles podemos formarnos una clara idea de que la generalidad de las personas con las cuales a diario nos tratamos tienen un proceder rígido, recio, muy severo con respecto a cómo manejarse ante los demás. En lugar de relacionarse suave, muchos de los nuestros intiman inflexibles, procurando codearse implacables en lugar de accionar con simpatía y afectos.

5.- Lo que sale de la garganta de algunos de nuestros paisanos desdice mucho de quien está hecho para departir recurriendo a un lenguaje agradable. La infamia censurando se ha convertido en la actuación común de aquellos que solamente saben condenar, reprochar y ofender, pero jamás encomiar. Para el que disfruta denostando no hay ser humano digno de exaltación y merecedor de ponderación.

6.- Genera grima saber que estamos en la obligación de tratarnos con individuos de malas intenciones que, al parecer, están dominados por ideologías malignas, ideas funestas que solo sirven para hacer infeliz al más venturoso. No es nada fácil tener que soportar tranquilamente a aquel que actúa para divertirse con los daños que causa otro.

7.- Aquel que guarda algún resentimiento se está convirtiendo en el hombre o la mujer con la que en forma habitual charlamos, aunque ignoramos que es una mala compañía marcada por la tribulación, y amargura que aunque no expone, la mantiene atormentada, haciéndola ausente de alegría e incapaz de demostrar cariño.

8.- Una sociedad humana no debe mantenerse en estado de esquivez porque así lo quiere un sector que no está formado para comportarse con franqueza. La aspereza no motiva compenetración entre los llamados a compartir en el mismo círculo o ámbito social. El huraño impulsa a que se desarrollen los individuos desabridos, individualistas y de mala calaña.

9.- Lo que pinta el medio en el cual estamos viviendo es que están haciendo falta voces con condiciones para infundir aliento. Ante tanto desánimo por el descalabro ético y moral que se observa, se hace necesaria la exhortación a que las fuerzas motrices sanas se armen de optimismo para motivar a confortar espiritualmente a los mejores hombres y mujeres del país. Si se vigorizan a los que creen que es necesario y posible la convivencia civilizada y armoniosa, de seguro que llegará a materializarse el deseo de las grandes mayorías nacionales de contar con una comunidad de mujeres y hombres con ideas que descansen en lo honesto, virtuoso y provechoso.

10.- Si ciertamente la mayoría del pueblo dominicano está interesada en la coexistencia fraterna, en la sincera comprensión, lo que procede es impulsar la conjunción de las aspiraciones más sentidas para lograr fomentar opiniones de munícipes que tengan la firme convicción de que lo mejor de la sociedad dominicana está en condiciones de sentar las premisas materiales para sobre ellas construir un entorno en el cual se respire aire de respeto, consideración, solidaridad y mutua comprensión.

11.- Perseguir el abatimiento de otro mediante calificativos mal intencionados, debe ser eliminado del proceder de los nuestros, porque con métodos perversos solo se logra dañar y generar odio en víctimas de las acciones aviesas. Las personas de actuaciones siniestras son las que han puesto agrio el ambiente nacional dominicano. Es necesario cultivar el afecto recíproco entre todos los que aquí vivimos, porque de lo contrario vamos a terminar como si fuéramos animales salvajes debatiendo el control de una jungla.

12.- Se impone hacer un acto en el camino por donde van muchos de nuestros coterráneos sembrando maldiciones a diestra y siniestra, recurriendo a la murmuración y a la calumnia. El injurioso, descalificador e impertinente no debe continuar con la falsa creencia de que puede alegremente estar de deslenguado, grosero y procaz llevando mal humor a cualquier ciudadano decente. La malevolencia y la perversidad no pueden ser santificadas por ninguna persona que se aprecie de respetuosa.

13.- No deben ser celebradas nunca las acciones de aquellos que en el medio nuestro se caracterizan por deshonrar con el fin de afrentar en forma gratuita. La tacha que proviene de un malvado para estigmatizar a una persona de bien, hay que ignorarla para que el malicioso no logre el fin que persigue con su agravio. El ultraje inmerecido sale de un cerebro enfermo para lesionar la honra bien ganada con el correcto proceder.

14.- Hay que predicar ideas sanas para que en el seno de nuestro pueblo tomen su imperio las expresiones de aliento, aquellas que hacen sentir bien a la especie humana. Hay que obrar en firme para que no prosperen los mensajes que tienen por objetivo ultrajar, menospreciar, menoscabar y de cualquier forma herir el amor propio. Debemos ocuparnos de que el bochorno, la mortificación, la ignominia, la vileza y el desdén no sigan siendo armas utilizadas con provecho por el insolente contra el agradable en el trato.

15.- Lo que manda el momento que hoy viven los dominicanos y las dominicanas, en lo que respecta al trato, a la forma de convivencia, es que debemos apoderarnos, adueñarnos de todo aquello que haga posible las buenas relaciones para concordar intenciones y enlazar agradables sentimientos, vincularnos por el buen proceder para así quitarnos de la mente todo aquello que hoy está haciendo difícil fraternizar; excluir de la comunicación lo que traiga como consecuencia el antagonismo, la discordia y las desavenencias que representan un obstáculo para restituir la armonía que en el pasado ponía buen tono para juntarse y socializar con agrado.

16.- Por muy profunda que sea la descomposición social, ella no debe servir de fundamentación para que los miembros de la comunidad mantengan el odio, los resentimientos y otras taras sociales como justificación de sus feas actuaciones. Cambiar para ser mejor ser humano es un aliciente, un incentivo que motoriza a cultivar nobleza y así encontrar atractivos que haga placentera la vida en común. Cualquier ocasión es oportuna para que reflexionemos en el sentido de que no contribuye al buen vivir aquel que se mantiene maquinando para con su forma de hostigar, zaherir e incomodar a quien merece trato de buen gusto.

17.- Siempre es oportuno y deseable llevar a la comunidad humana mensajes que sirvan para que los ciudadanos y las ciudadanas colaboren participando en todo aquello que signifique aporte para el mejor desenvolvimiento de las relaciones humanas. Ayudar a formar mejores personas, es coadyuvar a tener valiosos munícipes en el futuro.

18.- Los hombres y las mujeres de nuestro país que han luchado y luchan para que exista un ambiente en el cual desaparezca el odio y cuantos vicios dañinos mantienen a nuestro país en condiciones imposibles de vivir, están en el deber de aportar para modificar la situación actual hasta convertirla de insoportable a viable. Es factible llegar a disfrutar de la parte bonita que tienen las personas físicas.

19.- Por muy profundas que sean las diferencias políticas siempre debe primar el respeto entre los contendientes. La concepción ideológica defendida con elegancia es demostración de que quien la sustenta está lo suficientemente convencido de la razón que le asiste y que, por tanto, no tienen necesidad de recurrir a palabras fuera de tono para agraviar a su adversario. No se inhabilita al oponente refutándole con saña, porque las expresiones cargadas de odio lo que prueban es la sinrazón de quien hace uso de ellas.

20.- El ambiente nacional es posible adecentarlo si aquellos que intervienen debatiendo los problemas económicos, políticos y sociales se ponen a la altura de ideólogos educados para cambiar de impresiones correctamente, no procurando descalificar con el insulto y la denigración. Las ideas descabelladas, irracionales e ilógicas son propias de los que hablan por hablar, sin pies ni cabeza, y solo merecen ser calificados como desencaminados ausentes de una correcta orientación.

21.- Es de desear que aquellas personas que en una u otra forma tienen la posibilidad de incidir en la formación de nuestros compatriotas, se dispongan a influir para que el medio social dominicano no siga bajo los mensajes de aquellos que se han dispuesto a sembrar en la conciencia nacional la cultura del complicado, diabólico y revesado; y para que no haga acto de presencia la mujer o el hombre de proceder sin artificios ni ostentación.

22.- Cada uno de los nuestros, sin tomar en cuenta su pensamiento político, se debe formar la idea de que es posible alcanzar la buena convivencia siempre y cuando exista la buena voluntad de evitar los choques sin sentido, la enemistad innecesaria y las fricciones injustificadas. Enemistarse por puro capricho, las confrontaciones sin causa y procurar fricciones lo único que traen son mutuos aborrecimientos.

23.-Lo que impone el momento actual, en lo que se refiere al trato que debemos desarrollar con aquellas personas con las cuales departimos, es que debemos olvidarnos de todo lo que irrite, exaspere, encorajine, haga perder la paciencia, motive rabia y haga perder la calma. En lugar de las desavenencias, lo que procede es el sano entendimiento y los vínculos llevaderos.

24.- Conviene infundir ánimo para que en cada hogar dominicano los padres estimulen a sus descendientes para que su espíritu sea dirigido a ser en el futuro mujeres y hombres con vocación hacia la fraternidad; enfocados a proceder con solidaridad y prestos a hacer brotar la luz que les sirva de guía para actuar apegados a la bondad, la humildad y sin soberbia.

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