El exboxeador panameño lo narra todo en su autobiografía. Terminó su gloriosa carrera tras pelear en cinco décadas

Cinco décadas lanzando puños con “pura dinamita”. Más de 34 años que marcaron una carrera de altos éxitos -muchos lauros y vítores proclamados por la exigente fanaticada del boxeo- ; conquistador de cuatro títulos mundiales en otras tantas divisiones (el primer latino en lograrlo) y con 12 defensas sólidas de la corona mundial del peso ligero, así como siete años sin perder una pelea y colocado en la casilla seis en la lista de los más capacitados púgiles en la maravillosa historia del boxeo.

Las líneas que diseñan el “lead” del presente trabajo, se plasman para sintetizar la grandeza de un atleta panameño de nombre Roberto Durán a quien, por la potencia de sus golpes, lo bautizaron con el mote de “Manos de Piedra”.

“Yo soy Durán. Mi autobiografía”. Así se titula el libro, de 305 páginas, que narra la vida de Roberto Durán y que se la cuenta al historiador deportivo George Díaz.

En sus memorias (historia como boxeador profesional) y que dieron inicio en marzo de 1968 cuando subió al cuadrilátero por primera vez, El Cholo -como es conocido en su barrio de El Chorrillo-, el carismático atleta no esconde nada…lo narra todo lo que aconteció durante su extensa carrera.

Pero, además, refiere todas las vicisitudes, duras calamidades, el abandono de su padre de origen mexicano, pero también lo que tuvo que batallar su madre para poderlo llevar por buen camino, dentro de su acentuada pobreza.

Su primera faja mundial, y lo resalta, llegó cuando apenas tenía 21 años de edad. E histórico registro ocurrió el 26 de junio de 1972, en el emblemático coliseo Madison Square Garden de Nueva York al derrotar, por nocaut en el 13avo round, al escocés Ken Buchanan.

Durán, en la página 43, describe su llegada a Nueva York por primera vez. Fue llevado de la mano de su apoderado, el millonario empresario panameño Carlos Eleta. “Eleta, narra, me había comprometido para pelear en Nueva York en septiembre de 1971 con Benny Huertas, pero mientras volaba de Panamá a Nueva York mi mente estaba en Huertas. Miraba por la ventana asombrado por lo que veía, observando a Manhattan y el Empire State Building y preguntándome si esos rascacielos realmente tocaban el cielo”.

Y sigue: “Nos alojamos en el hotel al lado de Penn Station y yo recorrí las calles sobrecogido, como un pelao con un montón de juguetes nuevos, tan llenos de vida”.

Pero su llegada a Nueva York, que era La Meca del Boxeo, iba a ser el principio de su felicidad… porque ya estaba cerca de contender con Buchanan.

Tenía como entrenador a su paisano Ernesto “Plomito” Quiñones, su maestro de toda la vida, y los estadounidenses Freddy Brown y Ray Arcel. “Buchanan me veía como un simple chico de Panamá, un don nadie, y debió pensar que la tenía fácil. Se sentó a mi lado en una conferencia de prensa, comiendo pan con mantequilla y una Coca Cola, mientras veía el video de la pelea en la que vencí a Hiroshi Kobayashi en octubre de 1971”, narra Durán en su autobiografía.

El tiempo fue pasando hasta que llegó el 26 de junio de 1972. El Cholo, subestimado por Buchanan y por la prensa, se alzó con el cinturón ligero…¡y ahí comenzó una historia grandiosa para una carrera de 34 años.

En niño de la calle… la pobreza extrema

Durán, en su autobiografía, no esconde nada. En la página 11 narra: “Soy un niño de la calle. Mis vecinos eran ladrones y asesinos.

Mi padre no andaba por ahí y nunca pasé del tercer grado. Sigo sin leer o escribir mucho, pero sé lo que es la pobreza porque mi infancia fue un asco.

Hoy en día sigo creyendo que los campeones de boxeo nunca surgen de los vecindarios ricos. Vienen de los barrios, de las alcantarillas. Es ley de Dios. Dios escribió mi guión antes de que yo naciera. Todo lo que tenía que hacer era seguir el camino que él fijó para mí. No era un camino fácil.

Era un gitano: -dijo-. Está bien, un gitano, pero sobreviví. Cuando era un pelao- el apodo que dan a los niños de la calle en Panamá – no piensas en lo que tienes o no tienes. Vives día a día, cada punto y luchas para encontrar comida. Luchas para proteger a tus hermanos y hermanas. Yo era demasiado joven para procesar todo esto en esa, por supuesto e incluso ahora pienso poco en ello, pero sé que está ahí y aun cuando me hice rico nunca olvidé de dónde vengo”.

La gran victoria: Vencer a Leonard

El 20 de junio de 1980, siendo un ligero natural, Durán Logró la gran victoria: Derrotar al sensacional boxeador estadounidense Sugar Ray Leonard, a quien le arrebató el título welter. Y así se agenció su segunda faja mundial.

Ese triunfo nunca lo olvida. Pero tampoco debe olvidar, y el mismo Durán así lo narra, el abandono –octavo round- cuando celebró la revancha con Leonard el 25 de noviembre del mismo año.

Pero aclara que “hubo el llamado No más. No, dije que no podía seguir peleando porque estaba mal de estómago. Tomé un café y jugo antes de la pelea y eso me causó serios problemas. No tenía fuerzas”.

El 16 de junio de 1983, llegó la reivindicación (lo que le había prometido al fenecido general Omar Torrijos, líder de Panamá, que era su principal admirador), y fue ganar su tercera faja mundial. Noqueó en el octavo round a Davey Moore. Ganó el cinturón mediano junior.

El 24 de febrero de 1989, en Atlantic City -y ya viejo, casi 39 años-, Durán atrapó su cuarta faja al vencer al gigante Iran Barkley. Se adueñó del cetro mediano y así se convirtió en el primer latino en ganar cuatro coronas mundiales en diferentes categorías.

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