La pelota más liviana, opina, está creando más jonrones. Los pitcher son frágiles. Las bases robadas son cada vez más raras. Los managers no son tan inteligentes como antes. Hay demasiados equipos «de mentira» en el fondo de la tabla. El béisbol, insiste el hombre, no es ni la sombra de lo que era antes, y los mejores peloteros de esta época no podrían competir con los mejores jugadores de su generación.

¿Lo dijo hace poco en Twitter? ¿En un comentario de Facebook? ¿O fue un programa de radio?

No.

Esto lo dijo Ty Cobb en un artículo de 1952. Los lamentos de Cobb a Life Magazine suenan muy familiares, ¿no es verdad? Bien sean malhumorados veteranos que detestan cualquier cosa que haya venido después de ellos, o fanáticos soñando con eso días de juventud en los que la grama era más verde y el béisbol era perfecto, no es inusual que la gente endiose a la pelota que se jugaba antes criticando hasta más no poder al béisbol de hoy.

Tampoco es raro escuchar a otros guiarse por la problemática premisa según la cual el béisbol es una institución que no cambia. El béisbol se beneficia y sufre a la vez por esa ilusión de inmutabilidad, esa sensación totalmente errada según la cual un observador traído desde cualquier otra época pasada – la de Cobb, digamos-se sentiría complemente desconcertado y desorientado en virtualmente cada aspecto de la vida moderna, pero milagrosamente sería capaz de sentirse en casa si lo llevaran a un estadio a ver un juego de pelota.

Un total sinsentido.

Así como el mundo ha evolucionado, el béisbol también se ha movido: estudiando sus problemas, corrigiéndolos, refrescándose así mismo.

Y con el calendario dando la vuelta hacia el 2019, el béisbol está mejor que nunca.

Sí, lo dije.

Aunque no hay nada malo con la nostalgia, no hay nada peor que no apreciar lo que tenemos. Y contrario a lo que algún frustrado por allí quiera decirte, los entrenamientos, la estrategia, la tecnología y el talento que hay hoy sobre el terreno, como simple resultado del progreso del ser humano, son mejores que nunca. Muchos de los «problemas» que algunos perciben, son en realidad atribuibles a esas mejoras.

Es verdad, por ejemplo, que MLB sigue rompiendo año a año su récord de ponches por temporada y que la del 2018 fue la primera campaña con más abanicados que imparables. No es sólo que los bateadores de .400 como Cobb se extinguieron, es que los de .300 son una especie en peligro de extinción.

¿Es eso el resultado de un inferior plan de ataque en el plato, causado por una generación que simplemente no «sabe» batear?

¿O son más bien el producto de mejores pitchers y mejores pitcheos?

Miren, a mí tampoco me fascina lo que hacen ahora algunos bateadores con dos strikes, pero no nos olvidemos de la razón por la que ahora tantos bateadores caen en conteos de dos strikes. La velocidad de las rectas ha venido subiendo desde que tenemos la capacidad de medirlas, las curvas y las sliders se mueven cada vez más, y esa recta cortada que el panameño Mariano Rivera popularizó fue un regalo del cielo para los lanzadores que vinieron después de él.

Los bullpens por estos días tienen una profundidad que asusta. Los Rays, por tomar un ejemplo, tienen a un tipo llamado Ryne Stanek que lanza a 99 mph con una slider que se mueve muchísimo y una splitter que parece desafiar las leyes de la física. Esta temporada ponchó casi a un tercio de los bateadores que enfrentó. Y a pesar de todo eso, nadie lo pondría entre los mejores 100 lanzadores del béisbol.

¿Cómo le habría ido a un pitcher así en la época de Cobb?

Como bromeó mi colega Mike Petriello hace algunos meses, habrían lanzado a Stanek a la hoguera pensando que era una especie de brujo.

El béisbol es mejor ahora en muchísimos aspectos, y no sólo porque Mike Trout está jugando (aunque eso ayuda). El poder que hemos visto de otros como el venezolano José Altuve, los puertorriqueños Javier Báez y Francisco Lindor, y Ozzie Albies son un antídoto contra esos tiempos en los que el estándar de los jugadores del medio del cuadro era tener un slugging inferior a .400. El venezolano Ronald Acuña Jr. y el dominicano Juan Soto son los más recientes productos de una camada de jóvenes que crece y crece. La defensiva es mejor, con más alcance, las directivas más inteligentes, y los managers operan basados en su intelecto, no en su instinto.

Y si el atractivo actual de un deporte puede medirse por la calidad de sus eventos más importantes, pues me siento muy tranquilo ofreciendo al Juego 7 de la Serie Mundial del 2016, el Juego 5 de la Serie Mundial del 2017 y el Juego 3 de la Serie Mundial del 2018 como evidencia.

Entonces, por favor, el pasado del béisbol todo lo que podamos. Dejemos que el deporte juegue ese rol de llevarnos a otras épocas, a esos momentos felices de nuestra niñez, que inventados o reales nos hacen recordar mejores tiempos.

Pero no cometamos el error que cometió Cobb asumiendo que el béisbol de hoy es peor.

Puede que te termines perdiendo la mejor pelota que jamás se haya jugado.

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