Nadie sale completamente de una vida, los rastros más profundos son aquellos que resultan imperceptibles al ojo común. Hay quienes se quedan para siempre encabezando recuerdos que serán hits en el corazón, otros como esas heridas bien cerradas, que inesperada y dolorosamente palpitan cuando viene lluvia y son simplemente inolvidables por las duras lecciones que nos dejaron. Sus punzadas nos llevaron mar adentro para intentar olvidar, cruzando los océanos del perdón, pero no hay olvido mientras hay memoria. Más nuestro Jesús, a quien nada humano le es ajeno, conoce cuando el amor duele, reconoce quienes somos después de una herida y comprende un alma que sangra con las venas abiertas mientras su rostro sonríe sin rubor. Acércate a Él, porque todo sana cuando tú corazón se conecta a su corazón.

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