El presidente Donald Trump anunció repentinamente la retirada de soldados norteamericanos de Siria, y una reducción de efectivos en Afganistán, medidas que podrían concordar con su visión del papel de Estados Unidos en el mundo.

De hecho, viene practicando una suerte de aislacionismo, marcando distancia de aliados europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) privilegiando una política de defensa de las fronteras del territorio nacional.

Por momentos se ha distanciado hasta de un aliado sereno y tradicional como Canadá, y percibe a México como una amenaza por el flujo de inmigrantes “peligrosos”.

Frente a los aliados de Europa considera perjudicial para Estados Unidos una política de defensa de un territorio que no le es propio, con un alto costo.

En términos simples, implicaría una reducción de la dimensión del imperio, pero reclama presupuesto para un programa de guerra espacial, quizás para la defensa nacional.

Su política ya provocó la renuncia del secretario de Defensa, James Mattis, tras el anuncio del retiro de las tropas de Siria.

El argumento formal del presidente Trump es que el Estado Islámico ya fue derrotado, aunque deja en el terreno a Rusia y Turquía.

Pero el elemento más llamativo es la declaración del miércoles durante su visita a las tropas norteamericanas en Irak, donde anunció que “los Estados Unidos no pueden continuar siendo el policía del mundo”.

Está referido a países que esperan protección de Estados Unidos sin costo alguno, y más aún, “países de los que la mayoría de la gente ni siquiera ha oído hablar”.

Estas declaraciones, inesperadas de un presidente norteamericano, probablemente han caído muy bien entre los sectores progresistas que precisamente denuncian la política intervencionista de Estados Unidos, al cual criticaban porque se creía policía mundial.

A decir verdad, cuando Estados Unidos se convirtió en el defensor de valores universales como los derechos humanos o los procesos electorales libres, marcando distancias de los dictadores, como la administración Carter o Clinton, ese papel siempre fue aplaudido.

Que el impredecible Trump anuncie el fin de la política de policía global tiene sus implicaciones, y especialmente, en relación a la dimensión de la gran potencia que se había impuesto a base de cañones y no de valores.

¿Es otro tiempo?

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