La tolerancia cero es una forma de política de seguridad ciudadana basada en perseguir y castigar todo tipo de infracción a la ley sin importar su gravedad, estrechando, lo más posible, el espacio entre el momento de la comisión del delito y la respuesta que dan las autoridades.

Esta política se desarrolla a partir de estudios realizados por los profesores James Wilson y Georges Kelling partiendo de la famosa “Tesis de las ventanas rotas” desarrollada por Philip George en la Universidad de Stanford.

Este modelo cobró fama, a partir de su adopción por la ciudad de New York, en el año 1994, bajo el mando del Gobernador Rudolph Guilliani.

La política de tolerancia cero ha sido fuente de importantes debates y caldeadas críticas por aquellos que opinan que con ella no se logra detener la violencia, dado su carácter exclusivamente represivo y la escasa importancia que otorga a medidas del orden social, económico, e incluso sociológico y sicólogico. Según este punto de vista la reprensión, por sí sola, es ineficaz a la hora de combatir la delincuencia.

Las críticas se fundamentan, igualmente, la selectividad de los grupos sociales a los que la autoridad considera como delincuentes. Tales como, las personas sin domicilio fijo, los drogadictos y las trabajadoras sexuales quienes suelen desplazarse a zonas alejadas de la ciudad para evitar la represión habitual de la policía. De esa forma los hechos delictivos y de violencia, supuestamente vinculados con tales grupos sociales no desaparecen, sino que se mudan de un lugar a otro.

La tolerancia cero, en la práctica, se erigió más bien en una especie de programa selectivo dirigido en contra de determinados grupos sociales y no en contra de patrones delictivos o conjunto de delitos específicos. Su implementación facilitó el uso indiscriminado de fuerza excesiva y reiteradas denuncias a violaciones a los derechos y garantías de las personas investigadas.

Así las cosas este de programa de política de seguridad, que pudo exhibir mayores logros se ha visto manchado por ese tipo de conductas apartadas de la ley y de los más sagrados principios y derechos fundamentales.

Muchos países han pretendido replicar esta experiencia, sobre todo en determinadas ciudades de Latinoamérica. Ojalá y ellas solo sigan los aspectos adecuados de la tolerancia cero y se aparten de las malas prácticas que hicieron del programa neoyorquino más que un logro una vergüenza.

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