No luce gracioso estar molestando muertos, pero traer, como tantas veces, al debate público-nacional exhumar-desalojar los restos del “general” Pedro Santana del Panteón Nacional, huele, en mi opinión, a pura recreación balagueriana en el discurso político-intelectual de cierta minoría (bien específica). Ello así, porque Santana, más que héroe, villano o hatero -que si lo era-, fue un sátrapa sanguinario.

Y no habrá argumento o relato histórico-justificativo que lo exonere de traidor, pues, ¿cómo llamar a quien propugna, pacta, y como ha trascendido, o recreado, recientemente (Emilia Pereyra/DiarioLibre/24/10/18), transa –leer: Roberto Marte-Hugo Tolentino Dip (Correspondencia Consular Inglesa sobre la Anexión a España y La Traición de Santana)- la anexión de la república que los Trinitarios, con Juan Pablo Duarte y Diez -como líder e ideólogo-, proclamaron en 1844? Esto, independientemente de los zigzagueos político-ideológicos -ora santanista, ora baescistas- de prominentes trinitarios post-1844.

Además, Juan Bosch reafirmó, como cientista social, un axioma histórico-irrefutable sobre el papel de los hombres en los procesos socio-políticos e históricos: no es cómo comienzan sino cómo terminan. Y Santana, en 1861, quedo retratado -de cuerpo, acción y alma-: ¡“vendepatria”!

Por otro lado, tal debate (en boca de una minoría política-intelectual-ultraconservadora; y de la acera, una retahíla de Oneges-antinacionales beneficiarias del “situado” de agencias-agendas extranjeras), tiene un vaho o trasfondo-rejuego –patriotero versus antinacional- que hace colindancia con cierto rasero o prejuicio étnico-anti-migrante que no aporta nada a la consolidación de una conciencia nacional y de una política migratoria más efectiva, ordenada y bajo estricto parámetro de lo que nuestra economía demanda y puede solventar; gestionando, de paso -¡y prioridad!-, una frontera segura -libre de trasiego de toda índole- que genere intercambio comercial regulado-convenido (en beneficie de ambos países: RD-Haití); y, a mediano plazo, conjure los detonantes latentes de un fenómeno geopolítico-histórico -Huntington-Sartori- por sobrevivencia y diferencias socio-culturales-étnicas.

Porque la historia no puede ser mera abstracción del pasado (o peor, montura política-electoral de nadie que atice el odio o la barbarie). Ella tiene intersticios con el presente para alumbrar soluciones, despejar conflictos y no dejar que el contexto histórico -la razón o, dinámica social entendida del pasado- obnubile lo perentorio.

No obstante; y volviendo al meollo del asunto, ése papel, el de Santana héroe o villano, ya nuestra historiografía, en número-Ciencia, lo ha dejado harto sentado. Otra cosa, es exhumarlo o no.

Y si, finalmente, se procede con exhumarlo, por favor, si no es mucho pedir, amplíen la lista. ¡Porque hay más…!

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