El pasado 26 de octubre, el comité central del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) se reunió para decidir el método de votación para elegir el candidato presidencial, en atención a la ley 33-18 de partidos. Esa actividad estuvo precedida de una agitación entre los dos grupos que pugnan por la hegemonía, es decir, el presidente Danilo Medina y el expresidente Leonel Fernández. Al término del encuentro todos los pronósticos catastróficos quedaron disipados, porque en apenas de diez minutos, acordaron acoger primarias abiertas y simultáneas con el padrón de la Junta Central Electoral (JCE) para elegir el candidato presidencial de 2020. La resolución fue matizada por el secretario general Reinaldo Pared Pérez, quien aseguró que la misma tendrá que ser validada por la Asamblea de Delegados.

La cuestión fue resuelta mediante un diálogo entre representantes de las dos corrientes principales. No hubo debates entre los participantes.

El 10 de noviembre, en una reunión escasamente publicitada, la comisión política del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) aprobó celebrar su convención para elegir el candidato presidencial mediante las primarias abiertas. Todo ocurrió en santa paz.

Un día después, 11 de este mes, el Comité Nacional del Partido Revolucionario Moderno (PRM) también hizo lo propio para ajustarse a la nueva normativa. Los representantes decidieron utilizar un padrón cerrado, es decir, el propio, con la supervisión de la JCE. La reunión fue un primor. No se conocen de disidencias significativas. El competidor de Luis Abinader, el expresidente Hipólito Mejía, dijo que aceptó ese procedimiento en aras de la unidad de la agrupación.

El Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) aún no ha decidido la cuestión, y probablemente el Directorio Central Ejecutivo hará lo más conveniente.

Esos tres eventos nos revelan el estado de la democracia en tres de los principales partidos. Probablemente hablamos de una mala palabra: democracia. Sería más propio conveniencia.

Terminaron los tiempos de debates, y especialmente, de la participación de las bases, de las masas, de los verdaderos protagonistas, los ciudadanos simples a quienes se supone se deben los dirigentes. Todo eso está sepultado. Los partidos, cuna esencial de la democracia, son laboratorios de dictaduras…

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