Los admiradores del fallecido Hugo Chávez, si aún quedan, deberían conocerle mejor antes de atribuirle los atributos del héroe militar que nunca fue. En uno de sus textos biográficos editados en Venezuela, Chávez revela la forma poco ortodoxa en que inició su carrera militar. Objetado por sus bajas calificaciones académicas, las puertas de la milicia se le abrieron sólo por sus habilidades como pelotero.

A él y a un grupo que tenían una y dos “materias raspadas”, se les dijo que “el único chance que teníamos para ser aceptados provisionalmente era que fuéramos buenos deportistas”, dice en el libro Habla el comandante, de Agustín Blanco Muñoz, basado en entrevistas realizadas entre 1995 y 1998. Primero se le probó como lanzador, pero él venía de hacerlo tres días antes y sentía dolor de brazo. Agrega que “estaba descontrolado, daba “piconazos”, no llegaba a home y entonces me sacaron. Eso me desilusionó. Me dijeron que no servía. Les expliqué que me dolía el brazo. Y me respondieron: si te duele el brazo menos sirves”.

Pero la suerte estaba de su lado. Hacía falta un bateador zurdo. Le preguntaron si podía jugar en alguna otra posición y él les dijo que en la primera base. Y recuerda: “ …por cosas del destino me ponen a batear y es ahí cuando uno dice que la vida da oportunidades que podrían ser decisivas, que podrían acelerar, retardar o darle un toque a un proceso”. Chávez recuerda que agarró su bate y le ponen de pitcher a “un moreno que le faltaban los dientes de la parte delantera de la boca y lanzaba muy duro la recta. Yo no lo conocía, él me lanzó tres rectas y las tres las metí en la pared, tres batazos muy largos, y entonces me dijeron que me anotara”.

“Así entré en la Academia provisionalmente”, relata. “De esa manera yo entro en el mundo militar que era totalmente desconocido para mí”. Si se hubiera dedicado sólo al béisbol Venezuela sería otra cosa.

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