Hemos visto a choferes de Santiago manifestándose en reclamo de rebaja de los combustibles, o que se permita aumentar los pasajes, o que se les favorezca con un mayor subsidio.

Asimismo, vecinos de diferentes barrios han protestado por las tandas de apagones. La Corporación de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE) lo había justificado en un supuesto déficit de generación en escala, que pintaba un panorama de obscuridad tétrica. Pero ayer, Manuel Cabral, vicepresidente ejecutivo de la Asociación Dominicana de la Industria Eléctrica (ADIE), desestimó ese enfoque, y por el contrario dijo en Telesistema que los apagones se deben a la insostenibilidad financiera de las distribuidoras de electricidad.

El incremento de los combustibles para mover los vehículos ha estimulado los reclamos de los choferes, y los largos apagones originados en el déficit del servicio eléctrico han irritado a la población.

Otra vez el petróleo se proyecta como un agente externo que golpea la vida de la gente, crea desasosiego, y altera el orden público. Precisamente, el lunes, el Gran Santo Domingo amaneció con decenas de guardias y policías en las calles. Las autoridades temían que los choferes protestaran y provocaran un caos. Ayer, el ministro de Interior y Policía Ramón –Monchy- Fadul advirtió que el gobierno no permitirá la alteración del orden público, y en consecuencia, el Estado hará lo necesario para mantener la paz.

Pero hay una cuestión objetiva. Nuevos precios de los carburantes se reflejan en las unidades de transportación. Igual se refleja en el suministro de energía a la población, que es una enorme carga para el Estado que subsidia parte de su costo.

No parece que los choferes y los pobladores se hayan coaligado para crear disturbios. Simplemente reclaman. Claro que no deben hacer nada que altere la paz.

La situación plantea un elemento nuevo para la gobernanza. Los precios altos del petróleo no pueden modificarse con decretos, y el gobierno se maneja con estrechez presupuestaria. Siendo así, debe ser creativo para abordar estos problemas. La primera acción es obvia, crear espacios de diálogo y explicar la verdadera realidad de lo que está ocurriendo.

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