La cultura de un país son las tradiciones y conocimientos que lo identifican; es creada por la sociedad, por tanto forma parte de su identidad e incluye reglas, creencias, conductas, formas de vestir y de hablar.

Por años a República Dominicana se han incorporado costumbres y actividades que no se relacionan con sus tradiciones culturales, ejemplos son, la música, la comida, las drogas, día de gracia, halloween o brujas y últimamente, viernes negro. Claro, el comercio incide y mucho, hace negocios; al venir algunas del “primer mundo”, no se les considera “penetración cultural”, se asumen para “estar a la moda”.

No se debe observar este fenómeno de manera aislada, pues la tecnología ha convertido al mundo en una “vecindad,” haciendo que las culturas de los países sean conocidas, y que a veces algunas sociedades, como la nuestra, las integren de tal manera, que se convierten en parte de su cotidianidad. Los medios de comunicación también influyen.

Es que los pueblos son sometidos a modelos sociales y culturales, que están determinados por la geopolítica y la economía. Estos modelos pueden variar en la medida que lo hace el orden de los acontecimientos sociales y políticos.

La educación, como transmisora de cultura, es un desafío. Unificar principios en torno a esta situación puede traer conflictos, hasta con sectores de la misma educación que impulsan la penetración de culturas foráneas, ya sea por intereses, falta de identidad o por lo que se considera como parte del “desarrollo” y los “avances” de la sociedad.

Mi experiencia, como educadora de vocación y formación, me indica que el papel de la educación formal en la transmisión de la cultura a la sociedad, es fundamental, porque es base esencial de la formación integral que debe promover la escuela.

Si se parte del principio de “sujeto situado”, se estimula en los estudiantes sentimientos de pertenencia e identidad.

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