Quienes pretenden continuar pegados como sanguijuelas chupando de la res pública, buscan veredas conducentes a darle un paño con pasta a la Constitución para que el presidente Danilo Medina se trague otro tiburón podrido y se aventure a repostularse.

Personalmente no creo que un sobreviviente, un capitaleño avispado como Danilo, vaya arriesgarse, él y a los suyos, en una malaventura en la que pudieran perderlo todo.

Pero gente de la que se piensa no podrían andar de alcahuetes de no ser porque el Presidente les da luz verde, o ante las que se hace el desentendido, insisten en andar de fantasmosos para repostularlo.

Saben que tienen cerrada la posibilidad de lograr una reforma constitucional en el Congreso, como en 2015 cuando Medina negoció su reelección por la de prácticamente todos los senadores y diputados y una parte de los alcaldes.

Ahora el danilismo sabe que tiene ante sí el valladar de su fallido intento de meter las primarias abiertas en la Ley de Partidos, como modalidad de elección de las candidaturas en todos los partidos, para lo que no pudo reunir los votos de una mayoría calificada, requeridos también para aprobar otra reforma constitucional.

Los caminos que llevan al Tribunal Constitucional a declarar inconstitucional la Constitución es algo que ni siquiera un abogado que sabe más por diablo que por viejo, confiesa haber visto en sus largos años de práctica y conocimiento.

Además, todos y cada uno de los integrantes del TC saben que un fallo para declarar inconstitucional la Constitución, cual si fuera una mala ley o un decreto defectuoso, podría provocar acontecimientos que lleven a que aquí arda Troya.

Que arda Troya en situación en que deban tener que buscar cualquier boquete por puerta, ya que no todos cabrían en el avión ni querrían correrse la aventura de escapar por el oeste brutal y agreste, pues son señores que no tienen las habilidades de un Johnny Abbes.

No hay enmarañado criterio del faculto Julio Cury, de que la Constitución vigente, que Danilo negoció, compró -escrito está- firmó y promulgó, lleva cuenta nueva que no le impediría un eventual y alucinado intento de repostulación.

Ni el plañir de Yomaira, la de las mochilas azules, o el leguleyismo de Fredelmiro alegando en coro desentonado los derechos de la imposición reeleccionista, encuentran asidero.

Si a Danilo le buscaran un “bajadero constitucionalero”, tendría el pequeño problema de que hoy no es como ayer, cuando maquinaba su reforma constitucional de 2015, entre ese año y 2014, y el apoyo a su gestión, simpatías y preferencia electoral rondaba de 80 a 70%, que le permitieron la reelección y más con la pequeña ayuda de Roberto Rosari y sus escáneres.

Hoy la preferencia del Presidente hace tiempo que se baraja en un tú a tú con Leonel Fernández, ambos por debajo de un Luis Abinader que los supera como refrescante alternativa de cambio, porque cualquiera que sea la persona puntera del PLD es parte del problema de corrupción, impunidad y deuda social que agobia al pueblo.

Nada, que el punto no es de leguleyismo, sino de no alborotar la frágil gobernanza política.

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