La verdad… aunque duela

La costumbre de mentir es una conducta reprochable y que debemos tratar de erradicar de nuestro comportamiento y que debemos de corregir en el comportamiento de aquellos que estamos tratando de encaminar en la vida, como por ejemplo, nuestros hijos y, ¿por qué no? a amigos cercanos y algún familiar con esta tendencia.

La costumbre de mentir es una conducta reprochable y que debemos tratar de erradicar de nuestro comportamiento y que debemos de corregir en el comportamiento de aquellos que estamos tratando de encaminar en la vida, como por ejemplo, nuestros hijos y, ¿por qué no? a amigos cercanos y algún familiar con esta tendencia.

Mentirle a cualquier persona, aunque sea un completo extraño, es un acto deplorable y es además la muestra de que carecemos de honestidad para hablar con la verdad, de valentía para encarar nuestros errores y de humildad para aceptarlos.

Pero, peor aún es mentirles a aquellos a quienes decimos querer.

En la mayoría de las personas existe el concepto erróneo de que se miente cuando se cuenta una versión acomodada de una realidad, cuando se dice lo contrario de lo que en realidad pasó. Es más amplio, y va más allá de decir, es también callar.

Se miente cuando se disfraza la verdad y se le confecciona un traje de mentiras que le ajusta a la perfección, y tan lindo se ve, que termina convirtiéndose en verdad irrefutable.

Se miente cuando decimos lo que no sentimos sólo para quedar bien y, peor aún, cuando se hace para obtener algún beneficio de alguien.

Cuando se restan méritos a los demás para evitar que crezcan y se superen.

En todo caso, mentir hace daño tanto a quien miente como a aquel que ha sido herido con esa mentira.

Por eso, debemos dar gracias si podemos decir y sentir que vivimos y construimos relaciones basadas en la verdad y la honestidad.

Es oportuno resaltar lo importante que es contar con personas que no teman lastimarte con la verdad, que te digan en qué has fallado y en vez de criticarte, se sienten a tu lado a tratar de ayudarte a corregir el fallo.

Personalmente, agradezco sobremanera la presencia de ese alguien que me hace poner los pies en la tierra cuando las dudas e incertidumbre se siembran en mi corazón y hacen volar mi imaginación.

Me siento, y sé que muchos deben sentirse, enormemente bendecida de poder contar con esa persona que te dice tus verdades de frente, y que luego del mal sabor de escuchar sobre tus fallos y desatinos, te alienta a corregirlos, pues al fin y al cabo, todo lo que hace es por tu bien, aunque al principio no lo entiendas.

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