El Gobierno dominicano ha manejado con prudencia nuestras relaciones con Haití. No se ha dejado arrastrar por las minorías radicales que quieren enfrentamientos y promueven el odio entre ambos pueblos. Tampoco ha caído en la trampa de pequeños sectores que anhelan que nos quedemos pasivos cuando irrespetan nuestra soberanía, donde algunos hasta piensan en fusiones absurdas.

Hace días ocurrió un hecho lamentable que esperamos no motive reacciones desproporcionadas de esos grupos fanatizados. En la frontera con Elías Piña varios haitianos pretendían llevar de contrabando tres camiones cargados de cemento hacia su país.
Los vehículos fueron retenidos. Posteriormente una turba armada intentó recuperar los camiones a la fuerza y cuando no lo lograron respondieron con disparos. Naturalmente, fueron enfrentados por nuestros militares, quienes cumplieron su deber.

Luego del problema, el presidente de Haíti, Jovenel Moïse, dijo en su cuenta de Twitter (@moisejovenel) que se registró una violación territorial en el pueblo fronterizo de Belladère. Esa declaración ajena a la realidad recibió una respuesta contundente de parte de nuestros ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores, teniente general Rubén Paulino Sem y Miguel Vargas, respectivamente.

Dominicanos y haitianos convivimos en paz. Y eso es lo que debemos valorar. Compartimos nuestra sonrisa noble y el intento por tener una vida más digna. Disfrutamos la bachata. Hacemos negocios. Vivimos en armonía. Nos encontramos en los colmados, en el transporte público, en las esquinas, donde venden alimentos.

Son escasos los enfrentamientos entre dominicanos y haitianos. Ellos trabajan en nuestras casas, en nuestros campos, en nuestras construcciones y todo sin contratiempos. Salvo excepciones, nos tratamos con respeto y confianza. No creo que existan dos pueblos fronterizos tan diferentes manteniendo un vínculo tan normal. En Asia o África habría una guerra constante.

Y agrego, para aquellos que nos acusan de racistas, los haitianos ilegales tienen los mismos derechos laborales que los dominicanos, lo que no sucede en muchas naciones desarrolladas; hay miles de sus ciudadanos estudiando en universidades dominicanas (la mayoría con excelente comportamiento). Y prosigo: miles de haitianos (en especial las parturientas) reciben gratuitamente atenciones médicas en nuestros hospitales, representando esos gastos buena parte de nuestro presupuesto de salud. Otros miles se benefician de los comedores económicos, donde almuerzan por unos pocos pesos.

Y cuando en Haití hay catástrofes naturales, los dominicanos somos los primeros en estar allí con nuestra mano solidaria, dispuestos a entregarles algo de lo poco que tenemos, pero lo hacemos con amor y entusiasmo. Los ejemplos están ahí.

Por ello, luego del incidente arriba descrito, resaltemos más lo positivo de nuestras relaciones con Haití y no escuchemos esas voces que desean el caos entre nosotros por diversos motivos y ninguno de ellos positivo.

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