Cerca del mediodía del pasado martes, mientras caía una lluvia torrencial sobre la noroestana ciudad italiana de Génova, testigos pudieron ver el destello de un rayo que impactaba sobre el icónico puente Morandi, el cual fue terminado en el año 1967 para comunicar a Génova con la región oriental francesa, e inmediatamente después del impacto del rayo, un tramo central del tablero, de aproximadamente 200 metros de longitud, colapsó, junto al tercer pilón, desde una altura de 45 metros, lanzando súbitamente hacia el abismo inferior a 30 autos y 3 camiones, que en ese momento transitaban sobre la sección colapsada, provocando la muerte de 41 personas, casi una veintena de heridos de gravedad, y algunos desaparecidos que podrían estar bajo los pesados escombros de hormigón.

Este famoso puente había sido diseñado a mediados de la década de los años 60 por el prestigioso arquitecto italiano Riccardo Morandi, quien siempre tuvo plena confianza en las propiedades físicas y en las altas resistencias del moderno hormigón armado, en una época donde todavía el hormigón era poco conocido, y consecuentemente poco aplicado para soportar tensiones en grandes obras de ingeniería vial, ya que el hormigón es altamente resistente a la compresión, pero muy débil a la tensión, y esa es la razón por la cual el hormigón requiere refuerzos de acero, que puedan soportar las grandes tensiones que se producen en cualquier larga y elevada estructura suspendida que ha sido configurada para mantenerse siempre en equilibrio estático, desafiando y venciendo las fuerzas gravitacionales, los empujes laterales de los vientos de huracanes, y las fuertes sacudidas sísmicas de sus cimientos.

Dicho majestuoso y esbelto puente atirantado, de 1,182 metros de longitud, está a 45 metros de altura, y se apoya en 6 pilares aporticados bajo el tablero y soportados por grupos de pilotes de 60 a 100 centímetros de diámetro, que descansan sobre la roca esquistosa que subyace hasta 40 metros de aluviones del río Polcevera, y por 3 altos pilones tipo A, de 90 metros de altura, también apoyados por grupos de pilotes de 150 centímetros de diámetro, y que trabajan por punta sobre un basamento de roca metamórfica, lo cual es totalmente correcto desde el punto de vista geotécnico; sin embargo, las dificultades constructivas estuvieron en que desde el tope de los 3 altos pilones salen tirantes de hormigón armado que soportan hacia ambos lados el pesado tablero de hormigón, provocando una fuerte reacción vectorial de tensión en estos 3 altos pilones, siendo la primera vez que un puente atirantado se diseñaba con tirantes de hormigón armado, en lugar de tirantes de acero de alta resistencia a la tensión.

Desde los primeros años de servicio del puente Morandi, se evidenció fatiga excesiva en el hormigón armado sometido a fuertes tensiones en los tirantes de sus tres altos pilones de 90 metros de altura; por lo cual, desde sus primeros años, el puente tuvo que ser sometido a frecuentes reparaciones para corregir agrietamientos y deflexiones en el hormigón, pero esas reparaciones nunca fueron suficientes para garantizar una solución definitiva, ya que el hormigón no es más que una “piedra artificial”, construida por el hombre, mezclando gravilla, arena, cemento Portland y agua, para dar respuestas a requerimientos ingenieriles civiles, pero todas las piedras, incluyendo las ígneas, las metamórficas, las sedimentarias, y las artificiales como el hormigón, se ven severamente afectadas por una meteorización que se acelera con el paso del tiempo, y le lleva a la degradación y a la pérdida de su resistencia original.

Y es que la meteorización es un proceso de degradación natural de todas las rocas ricas en silicatos, carbonatos y sulfatos presentes en el planeta Tierra, y en el universo, donde la diaria radiación solar calienta y expande los átomos que integran las moléculas, mientras el posterior frío contrae los mismos átomos de las mismas moléculas minerales, y la repetición cíclica de ese proceso de expansión y contracción de los átomos termina debilitando los enlaces moleculares interiores de las rocas que ahora se tornan débiles ante las fuerzas de comprensión, pero mucho más débiles ante las fuerzas de tensión, y 51 años de exposición a la meteorización, más los microagrietamientos propios de las vibraciones del tránsito y de las vibraciones sísmicas del suelo genovés, fueron suficientes para debilitar y agrietar el hormigón de los tirantes del puente Morandi, facilitando que el salitre costero entrara al acero de refuerzo interior, le oxidara, y le debilitara; y si a todo ello sumamos el impacto de un rayo que cayó sobre esa estructura ya debilitada por meteorización y agrietamientos, existe la posibilidad de que el rayo se convirtiera en la pequeña gota de agua que desbordó la copa, pues un rayo puede romper un hormigón débil, aunque usted no lo crea.

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