Los medios de comunicación y las llamadas oficinas de Relaciones Públicas están repletos de usurpadores que, sin tener conciencia de la importancia que para la democracia tienen ambos ejercicios, los asumen sin tomar en cuenta el daño que hacen.

Es una pena, pero cualquiera que fracasa en la política o en determinadas profesiones, se refugia preferentemente en los medios de comunicación, no importa su modalidad y quienes consideran que Relaciones Públicas es simplemente organizar eventos o convocar medios, hacen lo propio.

Al menos, el ejercicio del periodismo ha sido regulado, aunque en forma mostrenca, para garantizar la vigilancia del ejercicio, pero ningún órgano ha asumido con certeza, moral y ética, ese importante rol.

En un país como el nuestro, donde manda el que asume las riendas del Estado y dispone quien tiene el poder económico, el ejercicio de un periodismo objetivo y sano ha pasado a mejor vida, porque el clientelismo y el amiguismo politiqueros se lo han llevado entre sus garras.

Hoy en día, hablar de una modificación sustancial y efectiva a la Ley 10-91, es simple perorata, porque no hay interés de nadie en que las cosas cambien y, menos aún, en que las empresas sacrifiquen un poco sus beneficios para aportar el 0.5 por ciento que plantea la legislación vigente.

Aquí, la libertad de empresa tiene campo, pero la libertad de prensa mantiene el sesgo que produce la censura, y pese a que los medios son cada vez más, menos servicios, con honradas excepciones, están prestando al país, porque sus intereses están primero.

En torno a las Relaciones Públicas, se debe seguir creando conciencia y procurar que algún día se legisle para su ejercicio, porque es otro pelo en el salcocho para el correcto ejercicio de una disciplina tan importante para el desarrollo, proyección y sostenimiento de la imagen de la empresa, las instituciones y del país. Aún hay tiempo para el cambio.

Posted in Edición Impresa, Opiniones, Punto y Coma

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas