Con mucha frecuencia se oye a una serie de ministros decir que más gasto público contribuye a la creación de empleos. Y cualquier tipo de gasto se nos vende como la gran solución al drama de los desempleados.

Aunque muchos laureados economistas así también lo entiendan, decir que el Gobierno crea empleos cuando gasta es bastante cuestionable.

Si eso fuera tan fácil, bastaría con que se contratara a todos los parados para hacer tonterías: destruir carreteras para luego arreglarlas, dar diez manos de pintura en vez de dos, vigilar áreas abandonadas, regar cactus, entorpecer negocios para “regularlos”… y todo el mundo tendría trabajo.

El sentido común nos dice que no debería de ser así. Y sin embargo, es más o menos así que el Gobierno “crea empleo”. Por eso existen las botellas, y los cargos innecesarios, donde a lo mejor la gente realmente cumple un horario y trabaja, pero en actividades que no contribuyen a la prosperidad de una nación (porque no son más que absurdos inventos de burócratas).

Decir que el gasto público contribuye a reducir el desempleo también pasa por alto lo que el Gobierno daña para poder gastar. Y ese daño viene en la forma de impuestos a los ciudadanos.
Porque no existe gasto que no salga tarde o temprano de sus bolsillos. Y esto desmotiva sus ganas de invertir y crear empleos. Empleos éstos productivos de verdad, porque el sector privado no puede permitirse realizar inversiones absurdas ni pagarles a vagos.

Entonces el mismo razonamiento que lleva a políticos y economistas a decir que el gasto público crea empleo debería llevarlos también a decir que los impuestos para financiarlo lo destruyen. Pero esto jamás se menciona.

Como tampoco se menciona la solución real para combatir el desempleo: dejar que la gente disponga libremente de su dinero, reducir el costo de contratación y despido de los empleados, acabar con los sindicatos, liberalizar el mercado laboral.

Y si algunos se atreven a mencionarlo, es con sumo cuidado, y hasta pánico. Porque los que viven de que esto no se dé son capaces de prenderle fuego a un país entero para evitarlo.

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