La World Wide Web y las redes sociales han irrumpido de tal manera en la civilización humana que su desaparición desencadenaría una crisis global sin precedentes. Nadie pone en duda el notable impacto positivo que el internet y la Web han tenido en el bienestar de los consumidores y en la productividad de las empresas. Sin embargo, un creciente grupo de expertos han comenzado a analizar los efectos negativos de las redes sociales en los estudiantes teenagers.

Evaluaciones realizadas por Teacher Boards de Inglaterra, revelan que a nivel académico las redes sociales pueden tener un impacto negativo en la productividad, al erosionar la capacidad de concentración en clase, el manejo del tiempo y el cumplimiento.
Advierten que estos efectos indeseables deben combatirse evitando presentar los medios sociales como un crimen público y reconociendo que plataformas como Facebook, Twitter e Instagram han aportado beneficios a la sociedad y a sus usuarios. Por un lado, han logrado que los jóvenes tengan mayor conciencia política, induciéndolos a votar en procesos electorales y facilitando la comunicación con otros jóvenes a una escala jamás vista en el pasado.

Sin embargo, Teacher Boards señala que esas mismas redes sociales pueden generar efectos perjudiciales en la autoestima y salud mental, y en la productividad en la escuela, que deben ser analizados con los propios estudiantes, para que puedan lidiar con los mismos. Señalan que plataformas como Instagram y Snapchat tienden a intensificar la percepción falsa sobre la salud y la belleza. El uso de filtros y de imágenes “photoshopped” son sólo algunos de los dispositivos habilitados por estas plataformas que tienden a erosionar la autoestima.

La productividad de los estudiantes puede ser erosionada por el excesivo tiempo que los jóvenes dedican a observar las pantallas de sus smartphones o laptops. Teacher Boards presenta algunas sugerencias para tratar de moderar los efectos negativos que pueden derivarse del uso de las redes sociales. Indica que se pierde el tiempo cuando decimos a nuestros hijos qué pueden y qué no pueden hacer, pues estos generalmente terminan haciendo lo contrario. Plantean que las redes sociales generan efectos que pueden ser positivos y saludables, siempre y cuando no se abuse del tiempo dedicado a las mismas. Concluyen que la introducción de vías alternativas para combatir el aburrimiento puede ser un primer paso para los maestros recordar a los estudiantes que su felicidad no depende de su existencia y presencia en la red digital.

Un reporte del Common Sense Media, una NGO independiente de San Francisco, EUA, dedicada a ayudar a los niños a lidiar con el reto de un mundo rápidamente cambiante, estimó que los teenagers dedican hasta 9 horas al día en las redes y medios sociales. Mientras la National Sleep Foundation, una NGO norteamericana que promueve la comprensión pública del sueño y sus trastornos, recomienda a los teenagers dormir 9.5 horas en la noche, el promedio de los teenagers norteamericanos solo duerme 7 horas. El déficit de sueño ha sido asociado a funciones cognitivas reducidas y desempeño académico bajo. Los teenagers podrían estar cansados porque en vez de dormir profundamente, están durmiendo con sus smartphones. La entidad estima que la tercera parte de los jóvenes parece estar levantándose durante la noche para enviar o chequear mensajes vía las redes sociales, práctica conocida como “vamping”, dado que los jóvenes actúan como un vampiro, con un creciente nivel de actividad a medianoche, que afecta la naturaleza cíclica del sueño.

En un estudio publicado en el Journal of Youth Studies en el 2017, Power, Taylor y Horton encontraron que una proporción significativa de estudiantes iban cansados a la escuela, motivando un desempeño académico más bajo. Los investigadores concluyeron que la rutina del sueño y el nivel de compromiso con los medios sociales, eran los factores más importantes en la disrupción del ritmo del sueño. ¿Por qué duermen con sus smartphones? Por el “miedo de perderse de algo”, el llamado FOMO (fear of missing out). El FOMO podría causar una pérdida crucial para el bienestar de la mente de los jóvenes: el sueño. Ser despertado a las 3 am con una notificación en redes sociales no es ideal para el desempeño académico. Próximamente, estiman, el “es hora de dormir” podría ser reemplazado por “es hora de desenchufarse”.

La erosión del rendimiento académico no parece limitarse a los estudiantes de bachillerato. Estudios recientes estiman que los estudiantes universitarios dedican una media de 12 horas diarias a las actividades relacionadas con las redes sociales, mensajería instantánea o navegación por internet, afectando el grado de concentración que exhiben en clase, el tiempo que dedican en casa a realizar trabajos y estudiar, e incluso, el tiempo y la calidad del sueño. El Departamento de Investigación del Centro de Medicina Preventiva y Estudio del Comportamiento del Miriam Hospital, de Providence, EUA, realizó un estudio con una muestra de 483 mujeres, estudiantes universitarias, a quienes se les encuestó sobre el uso que hacían de 11 tipos de medios de comunicación. Durante los 6 meses que duró el estudio, se analizó este comportamiento, comparándolo con sus pautas de estudio y los resultados académicos obtenidos.

El dato más destacable es que las universitarias destinan la mitad del día a algún tipo de actividad relacionada con estos medios, ajena a los estudios. El móvil, las redes sociales, ver televisión y leer revistas es lo que más afecta su rendimiento académico. Escuchar música y leer la prensa repercutieron positivamente sobre los resultados. El principal problema es que estos hábitos impiden el normal desarrollo de sus funciones como estudiantes, como asistir a clase, no realizar en casa las tareas necesarias para el estudio, y no descansar adecuadamente. Los responsables del estudio consideran que las redes sociales desempeñan un papel muy importante en la vida de los universitarios, actividad que se acentúa dentro del campus universitario. Al no percibir mecanismos para moderar su uso, los investigadores sugieren que estas sean integradas dentro de la actividad docente; aprovechando su potencial para mejorar la comunicación entre profesores y alumnos, fomentar las interacciones en torno a cuestiones académicas y las distintas asignaturas. Recomiendan concientizar a los estudiantes sobre la importancia de prestar atención en clase.

Visto el panorama, parecería que la única alternativa frente el tiempo excesivo que los jóvenes dedican a brincar entre las distintas plataformas que existen en las redes sociales es cruzarse de brazos y exhortar a los maestros a que concienticen a los estudiantes sobre la necesidad de buscar otras formas para lidiar con el aburrimiento, prestar más atención en clase y llegada la hora de dormir, desenchufarse. En otras palabras, una especie de Laissez Faire, donde nadie debería intervenir.

Casi 4.8 billones de fotos son subidas a diario a Facebook, Instagram y Whatsapp. Cerca de 41 millones de horas de video son subidas diariamente, a estas tres plataformas y Periscope. Estos datos no incluyen los 3.5 billones de fotos y videos subidos a Twitter, Snapchat, ni los 50 billones de imágenes de los pins subidos a Pinterest, ni el billón de boards en esa plataforma. Estos datos no incluyen los mensajes enviados a través de todas estas plataformas. Estoy seguro que los lectores han sido testigos de la creciente adicción al uso de las redes sociales, pero también, a la intensificación del narcisismo que estas han facilitado.

Si Arthur Cecil Pigou resucitara, rápidamente percibiría que estamos frente a un servicio que al demandarse en exceso, puede producir una externalidad negativa en el usuario y en los demás (caso de accidentes de tránsito provocados por conductores adictos al texting mientras conducen). ¿Qué recomendaría Pigou? Una estructura razonable de impuestos selectivos sobre el uso de estos servicios. Con una base tan gigantesca, la capacidad recaudatoria parecería enorme. Sin embargo, resulta previsible una caída sensible en el uso, cuando los padres de los usuarios contabilicen el impuesto a pagar por la actividad de subir 100 fotos y 10 videos diarios, a razón de US$0.01 por foto y US$1.00 por minuto de video. En vez de esperar que los maestros, además de enseñar, tengan que concientizar a nuestros hijos de los efectos negativos del uso excesivo de las redes sociales, seremos los padres, a golpe de bolsillo, los llamados a jugar el rol que nos corresponde frente a esta externalidad negativa que están generando las redes sociales. Los gobiernos del mundo, estableciendo este impuesto al narcisismo, contribuirían a mejorar la productividad de todos los estudiantes del mundo. Perdón, se me olvidaba. Creo que a los “likes” que se otorgan en Facebook e Instragam deberían ser gravados también. Promovería la honestidad.

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