Sin dudas, uno de los días más felices de mi vida fue cuando leí la semana pasada que había agua en Marte. Me dije a mí mismo, si hay agua quiere decir que hay vida y que podemos pronto emigrar para ese planeta y hacer una nueva y organizada civilización.

En mis sueños pensaba llegar a Marte y no encontrar tapones, los carros del transporte público, los agresivos conductores y los deliverys no serían un riesgo ni un problema para el tránsito.
Cuando pregunté por el Congreso, me dijeron que se hizo una selección de los mejores y que ahora estaba compuesto por sólo treinta miembros, que promulgaban las leyes necesarias y eran un contrapeso para que los funcionarios no hicieran lo que les daba la gana.

Pregunté: ¿Y el barrilito y las exoneraciones? Me miraron con disgusto y me dijeron ¿cómo crees posible que nosotros exijamos eso cuando somos los responsables de que los funcionarios no malgasten el dinero?

De repente llegué al puerto y vi a Fenetrado y los navieros de la mano, todos concentrados en cómo hacer los fletes más económicos, porque para los marcianos las exportaciones eran fundamentales para mantener la moneda marciana soberana estable.

¿Y la educación? Aquí en nuestro planeta todos tenemos los mayores niveles de la región en todas las pruebas y en especial en una pequeña isla llamada República Dominicana. No entendemos, cómo en el planeta Tierra, que tienen un sindicato anacrónico, que sólo sirve para cobrar y que todas las pruebas de sus estudiantes y profesores reportan niveles penosos. Eso sí, aquí a los maestros se les paga por rendimiento, no por ser de un partido u otro y mucho menos por la presión de un sindicato.

Al caminar por los barrios vi orden, áreas delimitadas, no la mezcla de los terrestres, que en un sector residencial hay colegios, bares, consultorios médicos, prostíbulos, oficinas comerciales sin parqueos, en fin, toda una amalgama de desorden.

Pregunté por los micrófonos pagados y me dijeron que los valores en Marte son fundamentales, están contenidos en una enciclopedia que todo el mundo respeta por su calidad.

¿Y qué me cuenta, de que por ahí andan los gringos quitando visas? Me miraron asombrados y me respondieron que la corrupción se abolió hace mucho tiempo, porque llegaron a la conclusión de que no era posible combatir la pobreza cuando unos cuantos políticos se hacían millonarios y el resto vivía en condiciones miserables y los impuestos los pagaban sólo unos pocos.

Entonces, pregunté por la evasión y también me dijeron que todos pagaban sus impuestos, porque los mismos les eran devueltos a la población en servicios y todo el mundo pagaba con gusto.

¿Y los economistas qué hacen? Todos buscan la forma de hacer el país más eficiente. Se nos escapó uno sólo, de una barba, porque primero cambiaba de partido como los peloteros, no hacía nada gratis y lo último que se le ocurrió fue un impuesto a los plásticos, cuando la basura en la Tierra es fruto de la falta de orden y no de los empresarios.

Por cierto, ser empresario en Marte es un honor. Aquí no lo vemos como el lobo que hay que abatir, como la vaca que hay que ordeñar, todo lo contrario, lo vemos como el caballo que tira del carro del desarrollo.

¿Y los médicos? Aquí, a diferencia de en la Tierra, se pelean por dar servicios, no van al Palacio Presidencial a protestar porque sólo quieren trabajar cuatro horas y nunca dejamos venir a un tal ‘Waldo huelga’, que paraliza en la Tierra todos los hospitales sin importarle la salud de los más pobres.

¿Qué han hecho sobre la migración? Definitivamente, cada cual en su país. Oímos que en la Tierra, una reina, que no quiso que otra reina se retratara con sus nietos, construiría un hospital en un lugar equivocado y que, en Francia, un alumno que llegó a primer ministro, pretendía construir otro hospital en otro sitio equivocado, pero que su maestra, reconociendo lo mal que sabía de geografía e historia, le recordó los abusos contra la colonia y que había dos naciones y el hospital había que construirlo en la parte que ellos devastaron.

Finalmente, ya los marcianos, cansados de mis preguntas, me permitieron una última. ¿Qué tal la ley de partidos? Me dijeron es lo único que no hemos podido resolver. Como verás, tampoco somos perfectos y aquí tampoco le hacemos caso a Faride, una jovencita más valiente que el resto de los que quedaron en el Congreso.

En ese momento me desperté, pero convencido de que algún día podríamos ser como Marte o irnos todos para allá.

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