La divulgación de los resultados del proceso de Evaluación del Desempeño Docente aplicada por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE) el pasado año y las preocupaciones que éstos han generado en toda la opinión pública me motivan a unas reflexiones.

El papel medular del docente en cualquier sistema educativo no se discute. El doctor Jeffrey Puryear, senior fellow en el Diálogo Inter-Americano, disertó el lunes pasado en la cátedra inaugural Jackeline Malagón, que instauró la Universidad Pedro Henríquez Ureña, en honor a esa ilustre maestra dominicana, y en ese espacio, el Dr. Puryear planteó que sólo el desarrollo infantil asertivo y temprano está por encima del docente como elemento de impacto en una educación de calidad. Decía: “La enseñanza de alta calidad es crucial para la educación de calidad”. Entonces, es cierto que los datos recientemente divulgados, deben producir inquietudes.

Ahora bien, como se hace en sociedades más estructuradas que la nuestra, estos resultados deben ser analizados con rigor y transparencia y deben constituirse en referentes para la redefinición de políticas educativas concernientes a la formación docente y a la carrera docente en el país. Por un lado, se requiere seguir fortaleciendo el proceso de formación inicial; amén de subir los estándares de selección de los candidatos a estudiar educación, es importante mejorar los programas públicos y privados que se ofertan, y robustecer las normativas al respecto. Por otro lado, es fundamental evaluar el impacto de las inversiones actuales en formación continua para enriquecer los programas que han generado avances en el desempeño de los docentes en servicio y en los aprendizajes de los niños, y desestimar los que, por el contrario, no han evidenciado logros.

Así como es básico la formación en los docentes de calidad, es muy relevante también contar con un sistema de consecuencias que permita retirar del sistema y los miembros que no hayan avanzado y “gratificar” a los que han aprovechado efectivamente los procesos de formación y acompañamiento. Eso implica no solo afianzar las políticas respecto a formación, sino apostar por la mejora de todos los aspectos de la política docente. Es un desafío más bien integral el que al parecer enfrenta no solo República Dominicana, sino también la mayoría de los países de América Latina que han elevado sensiblemente el nivel académico de los docentes y están invirtiendo un por ciento significativo de su PIB en el sector educación. Sin embargo, aun así, no logran mejorar el desempeño de sus docentes y subir los promedios de sus estudiantes en las pruebas internacionales.

El Pacto Educativo en los capítulos 5 y 6 consigna la visión y la ruta hacia el desarrollo de la carrera docente y la instalación de una cultura de evaluación en el sistema. Acojámonos a estos compromisos.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas