El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México por décadas, obtuvo un pésimo resultado en las recientes elecciones, pues apenas logró el 16% de los votos. Dada esta realidad, el otrora dominante PRI corre el riesgo de perder su liderazgo, como tantos otros partidos tradicionales latinoamericanos. Las causas de este descalabro hay que buscarlas dentro y fuera del PRI. Esto así, pues este partido se convirtió en una maquinaria para el enriquecimiento de una clase emergente, mediante el poder político. Este fenómeno es generalizado en Latinoamérica, donde la Nueva Izquierda ha hecho un extraordinario ejercicio creativo para disfrazar su mal adquirida riqueza con un discurso populista, como en el caso venezolano. Como resultado, al PRI le queda poco o nada de institucional, pues semejante manejo del poder socava las instituciones. Es decir, el PRI ha quedado reducido a la primera palabra de su nombre (partido), o sea, una estructura para partir y repartir el poder y el dinero asociado al mismo.

El mayúsculo fracaso del PRI de convertir a México en uno de los países líderes del mundo es difícil de explicar, pues al igual que la China Popular, México pudo acceder al inmenso mercado norteamericano. (Vaya ridículez dominicana de buscar en China, lo que China encontró en los EE.UU.) Basta señalar que en el año 2017, las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos alcanzaron la cifra de US$314,000,000,000.00. Ese mismo año, México obtuvo un superávit de 72,000 millones de dólares, que no es más que la diferencia de sus exportaciones e importaciones con su socio comercial, (El Economista, febrero 2018). A lo que debemos agregar una entrada adicional de remesas por 26,000 millones de dólares en el 2017, de acuerdo al Banco Mundial. Estos extraordinarios recursos externos, donde no se contempla la inversión extranjera, no fueron suficientemente bien invertidos para vencer la pobreza, que arropa al 50 % de la población, y la desigualdad, que coloca al país entre los más desiguales del mundo, de acuerdo a la World Income Inequality Database. Y lo que es peor, la debilidad institucional del PRI y del estado mexicano, ambos socavados por la corrupción, permitió que el narcotráfico se conviertiera en un estado dentro del estado, imponiendo con la mayor crueldad su método de exterminar a quienes se le oponen. En la última década han muerto 180 periodistas, o sea tres cada dos meses, durante diez años.

Muchos de ellos fueron periodistas-héroes, que el estado mexicano no fue, ni es capaz de proteger. ¡Vaya valientes! Hartos de tanta violencia, pobreza y desigualdad, los mexicanos han dado una victoria histórica a Andrés Manuel López Obrador, cuya prolongada carrera política consistió en una cruzada para combatir los excesos y debilidades del PRI.

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