Aquella filípica de Santana (Clio, Núm. XXI, Pág. 68-71), llena de agravios contra Duarte parece más bien, cual Narciso, dictada frente a un espejo que reflejaba su propia imagen, y a quien se dirigía con muestras de temor evidentes, saña y falsía.

En ella nuestro primer “hombre fuerte y necesario” informa al pueblo sobre los hechos iniciales de la naciente república, pero los invierte escondiendo las verdades y apelando a los sentimientos de libertad e independencia popular, para revertirlos en contra del Padre de la Patria. Hoy, a eso, se le llamaría fake news y postverdad.

Afirma Santana que “(…) con respecto à los grandes méritos y servicios del supuesto libertador Duarte. (…) que estos se reducen, á haber fugado del país á la entrada del general Riviére en esta Capital, dejando á sus amigos y compañeros en el mayor peligro á causa de sus imprudencias (…)” (sic).

Y luego, otra gran mentira sin sustento histórico, que Duarte, a diferencia de otros comerciantes y propietarios, no abonó económicamente a la causa de la independencia. Al respecto, la nota número 3, página 70, transcribe parte de un trabajo del historiador Emiliano Tejera sobre Duarte, la cual explica el desinterés y desprendimiento de la familia del patricio, en beneficio del proyecto independentista. Veamos: “Duarte (…) desde la fundación de la Trinitaria, había ido gastando poco a poco su caudal, i para entonces mui poco o nada le quedaba (…) él no vaciló en sacrificar la parte que le correspondía, i en pedir a sus hermanos, i hermanas sacrificasen la suya”. Incluso luego de la independencia, como la familia Duarte fue perseguida “i desterrada, tuvo que sacrificar todos sus bienes, único modo de cumplir, antes de abandonar para siempre el suelo de la patria, los compromisos contraídos para ayudar a su liberación”. La pregunta sería qué hacía el general Santana en aquellos momentos y si puso a disposición de la república alguna parte de su fortuna.

La misma nota de referencia, cita una carta de Juan Isidro Pérez, el Ilustre Loco, dirigida a Duarte el 25 de diciembre de 1845, mientras el Padre de la Patria se encontraba junto a sus hermanas en Venezuela, y que es un testimonio desgarrador, no solo de la situación económica de la familia del patricio, sino del incondicional amor hacia Duarte del padre fundador Juan Isidro: “No puedo más. Mándame a decir, por Dios, que no se morirán Uds. de inanición: mándamelo asegurar, porque esta idea me destruye. Nada es sufrir todo jénero de privaciones, cuando se padece por la patria, i con una conciencia tranquila; mándame asegurar, en tu primera carta, que no perecerán de hambre!” (sic).

Santana dice adoptar por divisas la “justicia y equidad” y jura por “las cenizas” de su hermano Ramón Santana, que nunca vendería “nuestro suelo patrio á los estrangeros”, concluyendo con estas palabras ignominiosas: “juremos morir mil veces, antes que consentir se enarbole en nuestro país ningún otro pabellón que no sea el de la cruz Dominicana: os lo juro”.

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