Tal y como todos esperábamos, una mayoría de países, que cada vez más cierran filas contra las barbaridades de la dictadura venezolana, declararon ilegítimo el proceso eleccionario con el cual Nicolás Maduro pretende perpetuarse en el poder con el apoyo de China, Cuba y Rusia.

Nuestro país, que en votaciones anteriores se inclinaba a favor de Venezuela por gratitud o porque como mediador prefería mantener una posición neutral, mediación que tal como declaró nuestro canciller Miguel Vargas Maldonado “fue imposible vencer la inexistencia de una voluntad real de llegar a acuerdos entre las partes en conflicto, tanto el Gobierno como la oposición”. En esta oportunidad nuestro país, al igual que Jamaica, Barbados, Santa Lucía y Bahamas, se sumó al grupo de países que declararon ilegales las elecciones en las que apenas un veinte y cinco por ciento votó y Maduro preside en estos momentos un régimen sin apoyo, no sólo a lo interno de su país, sino que lo rechaza gran parte de la comunidad internacional.

Nosotros iríamos más lejos de lo que tiene que ser una respuesta diplomática, era imposible una mediación cuando los líderes más importantes de la oposición estaban ilegalmente encarcelados y el gobierno asesinaba en las calles a los que protestaban contra todas las ilegalidades del madurismo y que ya era tiempo de adoptar una posición a favor de que se restablezca la democracia en este importante país.

El canciller venezolano Jorge Arreaza, en el estilo típico de la arrogancia y prepotencia del régimen que representa, dijo que Venezuela no era ni Panamá ni República Dominicana, refiriéndose a que nuestros países fueron en varias oportunidades ocupados por tropas norteamericanas. Sin dejar de ser cierto, supimos con gallardía defendernos y nunca, en los peores momentos de la tiranía de Trujillo o de la ocupación por tropas extranjeras, dejamos de sacrificar vidas importantes de dominicanos que supieron mantener con gallardía nuestra soberanía.

Cuando Arreaza acusa de que ningún gobierno extranjero tiene la moral para juzgar el régimen venezolano, olvida que muchos de nuestros países están cargando con el costo que representa una enorme migración, que no sólo reduce empleos sino que impacta en los costos de la seguridad social; pero en nuestro caso, los recibimos con los brazos abiertos porque fue precisamente Venezuela el país que más nos apoyó durante los largos años de la dictadura de Trujillo, sangrienta como la de Nicolás pero al menos había comida y medicinas.

Tampoco internacionalmente nadie osa llamarnos narco estado. Somos una nación con muchas deficiencias, pero aquí la libertad de prensa y de expresión es tan amplia que se llega al extremo de faltar el respeto al Presidente, cosa que en Venezuela termina en prisión o ejecución.

Todas las culpas de los males de Venezuela las tienen los Estados Unidos y la oligarquía. El régimen, es un grupo de angelitos escapados de las más profundas entrañas de Lucifer, que ha obligado a una parte importante de la población a emigrar, talentosos profesionales a colocarse en lo que sea y los que se quedan y no reciben las limosnas del régimen pasan hambre y enfermedades.

Venezuela amenaza con salirse de la Organización de los Estados Americanos, estar o no estar no hará ninguna diferencia, la presión tendrá que seguir siendo la misma hasta que no se convoquen elecciones limpias, se abastezcan los supermercados y las farmacias, se permita recuperar la producción y un país en quiebra encuentre el camino de su recuperación.

Por último, logramos el ansiado asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. Un gran logro del presidente Medina y del canciller Vargas, el cual debemos asumir con responsabilidad, asumiendo los compromisos por el equilibrio y la paz de un mundo cada vez más complicado y donde las desigualdades se hacen más profundas.

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