El presidente estadounidense Donald Trump, a su homólogo francés Emmanuel Macron y a la primera ministra británica Theresa May.
El presidente estadounidense Donald Trump, a su homólogo francés Emmanuel Macron y a la primera ministra británica Theresa May.

Ya lo hizo Bill Clinton con el caso Mónica Lewinsky en 1995

Santo Domingo.– El ataque militar lanzado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia contra Siria tendrá consecuencias reales a lo interno de los 3 países involucrados en este condenable hecho, más allá del limitado alcance que pudiera tener sobre el terreno, en un país que lleva 8 años en una guerra interna y cuenta con una importante presencia militar rusa a la que Washington no querrá afectar para evitar un conflicto con una potencia con capacidad nuclear.

El pasado lunes 9 de abril, hace apenas unos días, el FBI allanó las oficinas del principal abogado personal del presidente estadounidense Donald Trump, Michael Cohen. Pese a que los investigadores buscaban información sobre la llamada Trama Rusa, el caso de la actriz porno Stormy Daniels, su supuesta relación amorosa con Trump y el pago de 130 mil dólares que le hizo Cohen para que no hablara sobre el tema también juegan su papel.

Es que si el FBI hallara evidencias de que el pago a Daniels no lo hizo Michael Cohen sino el presidente Donald Trump, que ha negado en varias ocasiones tener conocimiento alguno sobre el tema, el asunto podría complicarse. Además está el hecho de que el pago se realizó durante la campaña presidencial de 2016, es decir, que si fue con fondos de la campaña no fue declarado, otra mentira a la lista.

La mesa tiene tres patas, porque también están los deseos de Trump de destituir al Fiscal Especial que investiga la supuesta colusión de su equipo de campaña con Rusia, Robert Muller, que aun no está claro si el Presidente tiene a potestad para despedirlo mientras los demócratas se comen las uñas esperando que Muller demuestre que Trump colaboró con hackers y elementos ligados a Rusia (cosa que no creo probable).

La tercera pata de esa mesa es la publicación de los detalles que relata en sus memorias el ex director del FBI, James Comey, quien revela perturbadores detalles de la conducta privada de Donald Trump que tocan supuestas confesiones privadas del mandatario sobre su comportamiento sexual.

De su lado, el presidente francés, Emmanuel Macron, intenta torcerle el brazo a las multitudes que protestan un día si y otro también, contra su paquete de reformas económicas que ponen en jaque el bienestar social de la población francesa, bandera del desarrollo económico y humano de Europa Occidental en las últimas 4 décadas.

Los trabajadores del sistema ferroviario iniciaron paros escalonados que se van a extender hasta junio y que afectan, cada día, el funcionamiento de entre 30 y 40% de los trenes que prestan servicio a millones de personas en el país galo. Protestan porque las reformas de Macron podrían terminar por privatizar ese servicio público y pretenden precarizar las condiciones de trabajo, facilitando el despido de los trabajadores.

Los profesores, empleados y estudiantes universitarios también vienen realizando huelgas y marchas casi a diario en el último mes, debido a las medidas que intenta aplicar el joven presidente galo, que amenaza con reducir el presupuesto que dedica el país a la educación.

Incluso los trabajadores de la Torre Eiffel están realizando huelgas para exigir mejoras laborales, porque parece que uno de los lugares turísticos más visitados de todo el mundo, no genera dividendos suficientes para que Macron, un multimillonario ex banquero, les garantice bienestar y estabilidad laboral.

Mientras tanto, Theressa May, la flamante Primera Ministra británca, comanda el esfuerzo nacionalista de quienes quieren terminar de apartar a la isla de la Unión Europea, asumiendo el elevado costo económico que deberá pagar Londres por una decisión adoptada tras un referéndum en el que muy pocos, o nadie, sabía que el precio a pagar sería tan caro.

May gobierna con una mayoría mínima, a la que intenta mantener cohesionada para evitar que el laborista de centroizquierda Jeremy Corbin le suceda en el poder.

A todo esto, se suma el torcido brazo de Donald Trump, que llegó a la Casa Blanca con la promesa de querer mejorar la relación con Rusia pero que a cada mínimo paso al frente que da, el Departamento de Estado, el Congreso, el aparato de inteligencia o cualquier otro ente externo a su limitado poder le obliga a dar dos pasos atrás.

Para muestra dos botones: tras la avasallante victoria electoral de Vladimir Putin el pasado 18 de marzo, Donald Trump felicitó por teléfono al líder ruso y le invitó a reunirse en la Casa Blanca. La respuesta de los “aliados” de Washington fue el sonado “caso Skripal”, un ex espía de origen ruso que vive en Londres y que habría sido envenenado con un agente químico de fabricación soviética.

El resultado fue la expulsión de cientos de diplomáticos rusos de Reino Unido, Estados Unidos, la OTAN y unos 14 países europeos, medidas a las que Moscú respondió con reciprocidad y que comprometieron gravemente las relaciones de Washington y sus aliados con Moscú.

Y el segundo y más reciente episodio, fue el anuncio de Donald Trump que hace sólo una semana expresó su deseo de retirar las fuerzas militares estadounidenses del territorio sirio, lo que fue seguido por el video del supuesto ataque químico en la ciudad siria de Duma, que Moscú y Damasco dicen que es sólo un montaje pero que sirvió de excusa a Washington para lanzar un ataque con misiles contra la capital siria.

En resumidas cuentas, mientras La Casa Blanca, el Elíseo y el 10 de Downing Street arden con llamas propias, Donald Trump, Emmanuel Macron y Theressa May lanzan fuegos artificiales en Medio Oriente, en franca violación a todo el derecho público internacional, socavando la más mínima seguridad internacional y sin afectar prácticamente en nada el curso de la situación interna en Siria.

 Por: Oscar Alejandro Guédez

 

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