Hace falta educar a los niños perdidos, a los pobres, a los socioeconómicamente excluidos, pero con sus recursos, sin que la presión de la escuela compita con su estilo de vida, insistiendo y reinsistiendo hasta que la clase se convierta en su verdadero mundo de referencia.

Es penoso resignarse a escuchar que, en la República Dominicana de cada 100 estudiantes del nivel primario, 19 tienen sobreedad de dos años o más (19 %). Del total (239,000 estudiantes) el 13 % cursa primero, segundo o tercer grado de primaria, que equivale a unos 85,400 estudiantes, 212,000 estudiantes de todo el nivel primario asisten con sobreedad de un año. Además, de cada 100 niños y niñas de 5 años, 18 no están inscritos en el nivel inicial (18.2 %), de cada 100 niños y niñas de 6 a 11 años, 2 no son estudiantes de primaria (2.1 %), de cada 100 adolescentes de 12 a 14 años, 3 no asisten a la escuela (2.5 %), de cada 100 adolescentes de 15 a 17 años, 10 no asisten a la escuela (9.9 %).

Ante la realidad anteriormente descrita, que es solo un ejemplo, soy de los que piensan que el problema reside en la escuela y sus métodos. Hay que olvidarse de que en la escuela residen los conocimientos. Estamos asistiendo a una especie de deflación de la información, por lo cual, esta es la época en que los estudiantes no pierden tiempo recibiendo datos, fechas, hechos y biografías, esos los tienen a un clic de distancia. Es la época de emprender el viaje a los diferentes tipos de inteligencias, a los aprendizajes autónomos, tiempo de olvidarse de formar muchachos para la productividad, tiempo de querer formar un técnico, cuando se quiere ser un literato o humanista. Es tiempo de que la Revolución Educativa sea con las personas, con la visión de los niños y hacer productividad con los adultos: tiempo de la escuela para los de libre pensamiento.

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