Vamos a entregar solo el Resumen Ejecutivo de la Carta Pastoral de los Obispos dominicanos de este 21 de enero 2018, según su tradición, que hunde sus raíces en enero de 1960. Lo haremos en dos entregas. El mensaje completo, que es muy denso y bueno, trae 83 puntos. El resumen tiene 21 puntos. En esta segunda entrega de dicho resumen, damos solo los últimos siete puntos restantes, #15-21. También agregamos una catequesis del Papa Francisco sobre el mismo tema de la Eucaristía.

II
Segunda entrega
La eucaristía, fuente de comunión
e impulso de la misión eclesial
15“La celebración de la Eucaristía requiere una participación activa y fructuosa, lo que exige de parte de las comunidades, formación continua, catequesis, preparación cuidadora de la Misa, la procesión solemne del Corpus Christi, encuentros o congresos eucarísticos en las Diócesis y parroquias, y promover y organizar la adoración eucarística.

16. Entremos en la escuela de María, mujer eucarística, madre de Cristo y madre y modelo de la Iglesia a la que estamos llamados a imitar.

17. María fue el primer sagrario de Jesús: María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios, anticipando lo que se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe en las especies del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre del Señor. El “sí” pronunciado por María a las palabras del ángel Gabriel es profundamente análogo al “amén” que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor.

18. Actitudes eucarísticas de María. La Virgen María está muy cerca de la comunidad cristiana, aunque no la nombrásemos explícitamente, pues ella nos muestra un modelo de las actitudes “eucarísticas” cristianas: Es la que mejor escuchó la Palabra de Dios, la que creyó, la discípula de Jesús, la que conservaba y meditaba todo en su corazón; la que nos dio un admirable ejemplo de acción de gracias en su Magníficat; la que participa en la vida de la comunidad, está atenta a las necesidades de la familia y acude a su Hijo Jesús a buscar la solución, como en la bodas de Caná; la que al pie de la cruz es asociada al Memorial redentor de su Hijo ofreciendo a aquel que había presentado en el Templo como ofrenda a Dios; María es la que nos da ejemplo de presencia en la reunión de la comunidad cuando los discípulos estaban en oración, esperando el Espíritu Santo.

19. Agradezcamos una vez más, al Señor la presencia de muchos sacerdotes a lo largo de más de cinco siglos, hasta en los lugares más apartados que, siguiendo las huellas del Padre Boyl, han estado al servicio de la Eucaristía, celebrándola diariamente, abriendo sagrarios, distribuyendo la comunión; como también de todos aquellos Diáconos, ministros extraordinarios de la comunión y ministros de los enfermos, que la distribuyen, a lo largo y ancho del país, casa por casa, en campos y ciudades, llenos de amor y fervor. Dejamos también constancia de la adoración continua al Señor sacramentado ante el sagrario, sea de manera espontánea, como también de las organizaciones de laicos y laicas que mantienen una adoración diurna y nocturna hasta el amanecer, diaria, en las capillas del Santísimo Sacramento de nuestras parroquias.

20. Del mismo modo, la celebración y celebraciones del Corpus Christi cada año, en nuestras sedes episcopales y parroquiales, sus auténticas fiestas y manifestaciones de ardiente amor al Santísimo Sacramento.

21. Cabe notar cómo las celebraciones patrias, desde los días de la Independencia Nacional, incluyen normalmente la celebración del tedeum o de la Eucaristía o ambas a la vez.

Que la Virgen Santísima, Nuestra Señora de La Altagracia, Madre del Salvador, cuyo pesebre donde está colocado el niño Jesús, tiene forma de altar, donde se coloca cada día, en cada misa el cuerpo de Jesús Eucaristía.

III
¿Por qué ir a misa el domingo?
Papa Francisco. Audiencia general
13 de diciembre de 2017
“La celebración dominical de la eucaristía está en el centro de la vida de la Iglesia (cf. Catequismo de la Iglesia Católica, n.2177). Nosotros cristianos vamos a misa el domingo para encontrar al Señor resucitado, o mejor, para dejarnos encontrar por Él, escuchar su palabra, alimentarnos en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente en el mundo.
Lo entendieron, desde la primera hora, los discípulos de Jesús, los que celebraron el encuentro eucarístico con el Señor en el día de la semana que los hebreos llamaban «el primero de la semana» y los romanos «día del sol» porque en ese día Jesús había resucitado de entre los muertos y se había aparecido a los discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos y dándoles el Espíritu Santo (cf. Mateo 28, 1; Marcos 16, 9-14; Lucas 24, 1-13; Juan 20, 1-19), como hemos escuchado en la lectura bíblica. También la gran efusión del Espíritu Santo en Pentecostés sucede en domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día santo para nosotros, santificado por la celebración eucarística, presencia viva del Señor entre nosotros y para nosotros. ¡Es la misa, por lo tanto, lo que hace el domingo cristiano! El domingo cristiano gira en torno a la misa. ¿Qué domingo es, para un cristiano, en el que falta el encuentro con el Señor?

Hay comunidades cristianas en las que, desafortunadamente, no pueden disfrutar de la misa cada domingo; sin embargo, también estas, en este día santo, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la eucaristía.

Algunas sociedades seculares han perdido el sentido cristiano del domingo iluminado por la eucaristía. ¡Es una lástima esto! En estos contextos es necesario reanimar esta conciencia, para recuperar el significado de la fiesta, el significado de la alegría, de la comunidad parroquial, de la solidaridad, del reposo que restaura el alma y el cuerpo (cf. Catequismo de la Iglesia católica nn. 2177-2188). De todos estos valores la eucaristía es la maestra, domingo tras domingo. Por eso, el Concilio Vaticano II quiso reafirmar que «el domingo es el día de fiesta primordial que debe ser propuesto e inculcado en la piedad de los fieles, de modo que se convierta también en día de alegría y abstención del trabajo» (Cost. Sacrosanctum Concilium, 106).

La abstención dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Por tradición bíblica los judíos reposan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto un día semanal de abstención de los trabajos serviles. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animado por la eucaristía, el que hizo del domingo —casi universalmente— el día de reposo.

Sin Cristo estamos condenados a estar dominados por el cansancio de lo cotidiano, con sus preocupaciones y por el miedo al mañana. El encuentro dominical con el Señor nos da la fuerza para vivir el hoy con confianza y coraje y para ir adelante con esperanza. Por eso, nosotros cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo en la celebración eucarística.

La comunión eucarística con Jesús, Resucitado y Vivo para siempre, anticipa el domingo sin atardecer, cuando ya no haya fatiga ni dolor, ni luto, ni lágrimas sino solo la alegría de vivir plenamente y para siempre con el Señor. También de este bendito reposo nos habla la misa del domingo, enseñándonos, en el fluir de la semana, a confiarnos a las manos del Padre que está en los cielos.

¿Qué podemos responder a quien dice que no hay que ir a misa, ni siquiera el domingo, porque lo importante es vivir bien y amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Juan 13, 35); pero ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo después de otro, en la fuente inagotable de la eucaristía? No vamos a misa para dar algo a Dios, sino para recibir de Él aquello de lo que realmente tenemos necesidad. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: «Tú no tienes necesidad de nuestra alabanza, pero por un regalo de tu amor llámanos para darte las gracias; nuestros himnos de bendición no aumentan tu grandeza, pero nos dan la gracia que nos salva» (Misal Romano, Prefacio común IV).

En conclusión, ¿por qué ir a misa el domingo? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a preservar su valor, pero solo no es suficiente. Nosotros cristianos tenemos necesidad de participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica su mandamiento y así ser sus testigos creíbles”.

Conclusión

CERTIFICO que los dos textos citados del Resumen Ejecutivo de la Carta Pastoral de los Obispos dominicanos, #15-21, y de la Catequesis del Papa Francisco en su Audiencia General del 13 de diciembre 2017 en el Aula Pablo VI, son literales y fidedignos.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los diecisiete (17) días del mes de enero del año dos mil dieciocho (2018).

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas