Tal vez él no leyó lo que tres siglos antes escribiera Maquiavelo. O quizás no aceptó el maquiavelismo, guía de conducta de nuestros peores politicastros y tiranos. Y por no aceptar lo que aquel renacentista tan claramente explicó, todos sabemos lo que le pasó por perdonar a sus peores enemigos y por consentir la ingratitud de tantos que protegió; en fin, por ser buen y confiado terminó traicionado y olvidado hasta por sus mejores amigos, en un pequeño pueblo de Venezuela… Para que ahora, siglo y medio después, un mercenario mayor lo irrespete vulgarmente sin ninguna conmiseración. ¡Pobre Juan Pablo Duarte, carajo!
¡Pobre Juan Pablo!
Tal vez él no leyó lo que tres siglos antes escribiera Maquiavelo. O quizás no aceptó el maquiavelismo, guía de conducta de nuestros peores politicastros y tiranos.