Reparar y restaurar

Desde cualquier perspectiva que se mire, hay que convenir en que hemos sido afortunados porque el huracán María no nos impactó de manera directa.

Desde cualquier perspectiva que se mire, hay que convenir en que hemos sido afortunados porque el huracán María no nos impactó de manera directa. Por razón fortuita, obra de la misericordia divina, o porque simplemente el ojo del huracán pasó a más de cien kilómetros de nuestras costas del Este y el Norte, los daños que muchos sufren, resultaron en general de menor dimensión. Imagínense que esa bestia nos hubiese embestido como lo hizo con Puerto Rico.

El presidente Danilo Medina, que suspendió el programa previsto en la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York, estuvo atento al comportamiento del huracán y ayer realizó un recorrido por las zonas más castigadas. Es su deber, y hay que esperar que de los fondos previstos en el presupuesto para emergencias, disponga rápidamente la reparación de las infraestructuras y asista a los damnificados, sea en sus viviendas o en los enseres perdidos.

Lo importante es que podemos recuperarnos. No debemos sin embargo cantar victoria definitiva. Y desentendernos de que la Tierra está experimentando cambios singulares. Los últimos huracanes apenas nos rozan en dirección Noroeste, con vientos y lluvias destructivas. Sólo imaginemos que un fenómeno de esa dimensión atraviese el territorio nacional. Sería devastador. La economía sufriría brutalmente, y si bien el proceso de recuperación implicara algún movimiento económico, el costo sería inconmensurable para un pobre país.

Mirémonos en el espejo de Puerto Rico, muy golpeado por María, tanto que el sistema eléctrico nacional fue arruinado. Con todo, los puertorriqueños tienen la mano amiga del imperio, cuyo presidente Donald Trump oportunamente declaró la situación de desastre, con lo que empezará la reconstrucción. Ya decenas de contratistas están poniendo manos a la obra.

José, Irma y María deben disparar las alertas y provocar reflexiones mayores en el Gobierno y el país, y tomarse en serio las partidas que el Presupuesto destina a las contingencias. Ese fondo debe ser robustecido. Los imponderables son ilimitados.
Mientras, con nuestros límites, tratemos de reparar y recuperar lo perdido.

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