Como pueblo, el dominicano comenzó a conformar su identidad, y hasta su gentilicio, mucho antes de constituirse en país independiente. Es lo que demuestra el historiador y abogado venezolano Francisco Febres-Cordero Carrillo, en su obra ‘Entre Estado y Nación; la Anexión y la Guerra de Restauración dominicana, 1861-1865: Una visión del Caribe hispano en el siglo XIX’.

Como lo planteara con anterioridad el gran humanista Pedro Henríquez Ureña, fue tras el proceso conocido históricamente como la Restauración de la República, que los dominicanos confirmaron de una vez y para siempre su ser nacional independiente, renunciando al vasallaje y el tutelaje extranjero, por el que se llegó incluso a pelear servilmente en Palo Hincado, y con el mismo criterio el traidor Pedro Santana hizo la Anexión a España, sin que se olvide que lo mismo quiso hacer Buenaventura Báez a los Estados Unidos. Ambos caudillos compartieron liderazgos los años que siguieron a la Independencia de 1844, etapa en la que se fusiló y desterró a los patricios Sánchez y Duarte.

Luperón y los demás líderes restauradores se encargaron de demostrar con las armas en las manos que la entrega del país a España fue un invento unilateral de los que nunca creyeron en la posibilidad de una Nación independiente. Afirma el autor que “al gabinete de Isabel II se le dijo la mentira de que la totalidad de la Nación había aceptado, previa consulta popular, los términos establecidos por el general Santana”.

Para el presentador del libro, Santiago Castro Ventura, se trata de “un clásico de la historia dominicana y del Caribe”, cuya lectura constituye un “significativo acicate para insistir en la necesidad de redimensionar la historia dominicana y de las Antillas”.

El ensayo, auspiciado por la Academia Dominicana de la Historia, aborda con rigor científico los puntos de vistas dominicanos y españoles en el marco de una época de efervescencia nacionalista y redefinición imperialista regional.

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