Bosch y su tiempo

Cuando se piensa en un escritor, pongamos Günter Grass, Benedetti, Hermann Hesse, Saramago…lo asociamos directamente con su obra. En República Dominicana no. Aquí hacemos el vínculo con lo político e inmediatamente nos alejamos de lo esencial:&#823

Cuando se piensa en un escritor, pongamos Günter Grass, Benedetti, Hermann Hesse, Saramago…lo asociamos directamente con su obra. En República Dominicana no. Aquí hacemos el vínculo con lo político e inmediatamente nos alejamos de lo esencial: la creación.

Cuando empecé a preparar esta serie para completar la muestra BOSCH Y SU TIEMPO, pensé siempre en el Bosch de todos los dominicanos, aquel que en su accionar político luchó por una República Dominicana mejor, compuesta por personas de dignidad para dirigir su destino. Y que con esa misma coherencia escribió los textos históricos explicando los hechos con sencillez, pero con profundidad. Ese es el Bosch que he querido traer a mi exposición. Aquel hombre gallardo enamorado de las ideas de Martí, de Hostos, Fidel. Aquel político, escritor, historiador amigo de Pedro Mir, de Miguel Cocco. Coquito, como le decía don Juan, era su editor y amigo en esos momentos de tensiones políticas, clandestinidad; aliado en aquel proyecto de partido junto a los “muchachos” del PSP, don Juan, Félix Servio, Papo, Vetilio, Frank Almánzar…

A Bosch lo conocí por la radio cuando aun no tenía 10 años. Me fascinaba su cotidiana aparición, sus descripciones y su determinación a gobernar para el pueblo. Era la época post-Trujillo, los años 60 que marcaron la humanidad, la guerra odiosa de E.U. con Vietnam, los hippies que se oponían, los Beatles con sus pollinas y caritas de ángeles escapados y la fuerte remanencia de los hijos de la Era, los mismos que lo tumbaron e impusieron a Balaguer a sangre y fuego.

A Bosch lo seguí como se sigue el hilo apresurado de una buena novela persiguiendo el misterio. Sus cuentos, su obra, es su pueblo, el mismo de Tomás Hernández Franco, de Tomás Morel y sus baladas campesinas y cibaeñas; el mismo de Pedro Mir con sus murciélagos volando con una sola ala; el de Marrero Aristy con sus raíces en las cañas de Francisco Moscoso Puello o en los vientos de René del Risco que pueden ser fríos o calientes.

De mi enfoque plástico prefiero dejarle la explicación a la lectura que hizo el profesor Rafael Nino Féliz ayudado de su fecunda pluma:

Retornando al Maestro

Toda obra de arte remite a sentidos que el ropaje ficcional envuelve con su mágico encanto corporal, sonoro o visual. Esos sentidos provocan la subjetividad de los seres humanos, llevándolos a espacios construidos con la práctica como sujetos sociales e históricos. Cuando se toca las fibras de la espiritualidad, que no es yuxtaposición, sino reflejo de lo esencial que sostiene la vida en su compleja existencia, los seres impactados por tal acontecimiento pueden recorrer en un segundo su propia historia o la historia de su colectivo. La presente exposición del prestigioso artista José Mercader refleja la búsqueda de un retorno a través de las imágenes que la plástica posibilita como universo plural de sentidos en que lo social tiene plena presencia y define la vida de un líder político y ético.

Entre trazos, colores y ángulos, aparece la imagen del Profesor Juan Bosch, a quien el pincel del artista apuesta a contextualizarlo en su historicidad como sujeto político, social y moral. De ahí que las imágenes artísticamente recreadas guarden, muchas de ellas, relación con otros líderes con quienes el profesor tuvo algún tipo de vinculación afectiva o de cualquier otra índole.

Esta exposición, conformada por 25 obras de arte, no sólo es un aporte cultural a la plástica dominicana, sino un fiel testimonio de un bello homenaje al Profesor Bosch, a quien la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) reconoce como uno de los más altos símbolos de la dignidad nacional.

BOSCH Y SU TIEMPO, la exposición, en el Palacio Consistorial de Santiago sede de la Dirección Regional del Ministerio de Cultura desde el 29 de junio en las salas “Federico Izquierdo” y Apeco. 

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