Hazlo por ti

Es muy fácil emitir juicios y opiniones acerca de lo que pensamos sobre una persona o institución. Lo grave, lo difícil, para no decir imposible, es poder cambiar aquello que ha sido divulgado y creído por los demás. Se han realizado estudios…

Es muy fácil emitir juicios y opiniones acerca de lo que pensamos sobre una persona o institución. Lo grave, lo difícil, para no decir imposible, es poder cambiar aquello que ha sido divulgado y creído por los demás. Se han realizado estudios en los que el chisme parece ser más poderoso que los hechos comprobados. El mismo, es terrible porque afecta la opinión que se tiene sobre la persona hacia la cual va dirigido e influye de forma tal que despierta un sentimiento de hostilidad hacia las personas de las que escuchamos cosas negativas, o lo que es lo mismo, se convierte en un estímulo aversivo para los demás.

La sociedad actual tiene en sus manos, de forma gratuita, medios a través de los cuales le es fácil al que quiere dañar una reputación, difundir lo que desea con la rapidez que actúa un arma química, y es a través de las redes sociales, llegando de forma simultánea y en segundos a una extensión incalculable.

Conocemos familias cuya meta principal siempre fue crear valores en la misma, con la finalidad de ser transmitidos a generaciones futuras y, de repente, por una saña, venganza o simplemente por frustración de otros, en un abrir y cerrar de ojos, todo aquello que ha costado renuncia, sacrificio y trabajo se ve destruido y, por ende, todos los miembros involucrados dentro de estas familias.

En el año 1752 se firmó un acuerdo por un grupo de metodistas, que tenían que ponerlo visible en su lugar de trabajo. Dicho documento, citado tal cual, comprometía a sus signatarios con lo siguiente:

1. No escucharemos ni preguntaremos nada a propósito de cosas malas que conciernan a otros. 2. Si oímos algo malo de otra persona, no estaremos dispuestos a creerlo. 3. Tan pronto como sea posible, comunicaremos lo que oímos, por escrito o de forma verbal, a la persona en cuestión. 4. Hasta tanto lo hayamos hecho, no recibiremos ni diremos una sola sílaba de esto a nadie más. 5. Tampoco lo mencionaremos a ninguna otra persona después de comunicarlo a la persona afectada. 6. No haremos excepción a ninguna de estas reglas.
A veces, aun las propias evidencias de un hecho nos pueden hacer equivocar al opinar sobre el mismo, porque no necesariamente las cosas son lo que aparentan, o como suelo repetir constantemente: “Nada es como se ve”.

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