Aprender del volcán brasileño

El terremoto político creado en Brasil por el escándalo de corrupción de Petrobras es un acontecimiento aleccionador para el mundo político dominicano que debe seguirlo con interés. Es diferente a otros casos de presidentes y altos funcionarios&#8230

El terremoto político creado en Brasil por el escándalo de corrupción de Petrobras es un acontecimiento aleccionador para el mundo político dominicano que debe seguirlo con interés. Es diferente a otros casos de presidentes y altos funcionarios de Centro y Sur América que han caído por causa de la corrupción.

En el caso de la presidenta Dilma, pero sobre todo el expresidente Lula, estamos presenciando la caída de políticos que muy poco tiempo atrás gozaban del respeto y reconocimiento de su pueblo. Dilma, presidenta reelecta a pesar de que ya la economía del país comenzaba a cojear, y Lula el líder latinoamericano que concluyó su paso por la presidencia con el más alto índice de popularidad y aceptación (80%) que se haya registrado.

Dilma, a pocos meses de ganar las elecciones, tiene un índice de popularidad de alrededor del 15%, y Lula –vaca sagrada del Partido de los Trabajadores que agota su cuarto período consecutivo en el poder- recula y se refugia en una posición en el Gobierno tratando de evadir el cerco que le tienden jueces y fiscales que lo acusan de corrupción.

¡Nadie podía imaginarse algo así el día en que Dilma –de nuevo con la bendición de Lula- fue proclamada ganadora de las elecciones presidenciales. Aunque es de reconocer que ya en esta ocasión necesitó la segunda vuelta en la que ella obtuvo 51 millones de votos y los otros tres opositores que concurrieron sumaron 75 millones.

Lo de Brasil también es un tema a seguir por los empresarios, los clásicos y los de nuevo cuño. Los primeros perseguidos por el escándalo Petrobras fueron las cabezas de las principales empresas brasileras. El primer condenado a 19 años ha sido Marcelo Odebrecht, capitán de un imperio con valor de mercado superior a los US$100 mil millones. Primero los empresarios, después los políticos. ¡Buena estrategia! Seguro que llamará la atención.

En nuestra clase política está convencida la creencia de que a la clase baja no le preocupa la corrupción en los partidos y el sector público, si se aplica la enseñanza de la cotorra que al comer deja caer las boronas. Se entiende que el clientelismo es eficiente y la estrategia del sobrecito infalible.

Dice el pueblo que “lo mucho Dios lo ve” y parece que los excesos, poco a poco, impulsan cambios. Ya la corrupción aparece en los primeros cinco lugares de las encuestas en la lista de preocupaciones de la sociedad. En la última Gallup Hoy, el 34% entiende que es un problema “muy grave” y el 51% que es “grave”, ¡un 85%! El 50% entiende que en el sector privado hay más o igual corrupción que en el Estado. ¡Ojo!

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