El crimen de Juan y la consternación nacional

Despachaba algunas cosas en mi oficina antes de salir a participar en un programa de televisión al cual había sido previamente invitado, cuando de repente mi hijo Alvin entra a mi oficina y me dice con voz asustada y nerviosa: en las redes sociales&#823

El crimen de Juan y la consternación nacional

Despachaba algunas cosas en mi oficina antes de salir a participar en un programa de televisión al cual había sido previamente invitado, cuando de repente mi hijo Alvin entra a mi oficina y me dice con voz asustada y nerviosa: en las redes sociales&#823

Despachaba algunas cosas en mi oficina antes de salir a participar en un programa de televisión al cual había sido previamente invitado, cuando de repente mi hijo Alvin entra a mi oficina y me dice con voz asustada y nerviosa: en las redes sociales están diciendo que mataron a Juan de los Santos. Lo escucho…, lo miro fijamente…, y con toda calma le digo: mira, no te lleves de todo lo que se escribe en las redes sociales, porque hay personas que las usan para bromas de mal gusto y siempre están matando a figuras públicas.
30 segundos más tarde regresa y me dice con pánico: mira, ya lo están publicando los periódicos, y le vuelvo a responder: no te lleves de eso, que hay gente que se entretiene publicando falsas informaciones, y a veces los periódicos las publican y luego las retiran; y aunque me negaba a aceptar semejante noticia, de repente me estremecí ante la posibilidad de que fuera real, y ya no supe qué pensar, ni qué responder, ni qué hacer, porque hacía poco tiempo que Juan y yo habíamos estado sentados juntos en el Congreso Iberoamericano de Municipios Verdes, evento al cual me había invitado para que disertara sobre “Cambio Climático, Usos de Suelos y sus Impactos en los Gobiernos Municipales”, y para mí no era posible que alguien le disparara y le matara.

Y preguntaba: ¿Cómo es posible que en este país cualquier persona díscola tenga un arma con el único propósito de matar al prójimo?, sin importar su rango político, social, administrativo y municipal, y ¿cómo es posible que alguien que ha contraído una deuda económica encuentre como única forma de saldar la eliminación física del acreedor, de su guardaespaldas, y complementariamente opte por el suicidio?, sabiendo que ese acreedor es alcalde de uno de los tres municipios más grandes del país, que es el presidente de la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu), y que es un destacado miembro del Comité Político del partido que hoy gobierna.

El asesinato de Juancito ha conmocionado los cimientos y la conciencia del país, por ser un joven afable, amable, sencillo y cercano con todo el mundo, sin distinción de filiación política, como es mi caso, pues al margen de mi conocida militancia política reformista-balaguerista, y al margen de mis críticas públicas a muchas decisiones peledeístas, Juancito me invitaba como orador a las Asambleas de la Fedomu para que disertara frente a los alcaldes sobre los principales problemas ambientales nacionales, sobre la falta de ordenamiento territorial y sobre prevención y mitigación de desastres, lo que indica que para Juan la solución de los problemas ambientales y sociales estaba por encima de criterios políticos personales y eso le hacía ser muy apreciado.

Pocas veces nuestro país ha sido tan fuertemente estremecido como en este caso brutal, y es que la forma brusca en que ocurrieron los hechos, la jerarquía administrativa y política del funcionario asesinado en su lugar de trabajo, las torpes razones que motivaron a su agresor, la sencillez y humildad que adornaban a Juancito, su reconocido espíritu deportivo, sus preocupaciones ambientales, y su presencia permanente en las redes sociales mostrando su trabajo diario como alcalde de Santo Domingo Este, como presidente de la Fedomu, y como padre, le hacían una figura pública querida por la gente, y hasta al cielo llegaron los deseos incontenibles de llorar al oír su viuda hablar al momento del funeral, pues la lluvia arreció como nunca, y ya no pudo parar.

Cada día vemos que cientos de miles de armas de fuego andan libremente en manos de personas díscolas que no las portan para defenderse cuando su vida esté en peligro mortal, sino que las portan para agredir de manera mortal a quien le mire mal, a quien le hable mal, a quien le roce su auto, a quien simpatice por otro candidato, a quien no se deje quitar su teléfono celular o su cartera personal, o a quien le cobre o a quien le deba, en fin, esta sociedad está afectada por un canibalismo tribal donde para cerebros que no saben pensar la única solución es matar, al extremo de que ya no se respeta la vida de nadie, ni siquiera la vida de las autoridades, y cuando la criminalidad se abalanza sin límites contra la autoridad es señal inequívoca del colapso de toda la sociedad; y ahora nadie está seguro, absolutamente nadie, pues en una sociedad de imitación cualquier loco aburrido querrá repetir la misma acción, y la única solución posible a este terrible mal es proceder a desarmar.

Posted in Sin categoría

Despachaba algunas cosas en mi oficina antes de salir a participar en un programa de televisión al cual había sido previamente invitado, cuando de repente mi hijo Alvin entra a mi oficina y me dice con voz asustada y nerviosa: en las redes sociales están diciendo que mataron a Juan de los Santos. Lo escucho…,lo miro fijamente…, y con toda calma le digo: mira, no te lleves de todo lo que se escribe en las redes sociales, porque hay personas que las usan para bromas de mal gusto y siempre están matando a figuras públicas.

30 segundos más tarde regresa y me dice con pánico: mira, ya lo están publicando los periódicos, y le vuelvo a responder: no te lleves de eso, que hay gente que se entretiene publicando falsas informaciones, y a veces los periódicos las publican y luego las retiran; y aunque me negaba a aceptar semejante noticia, de repente me estremecí ante la posibilidad de que fuera real, y ya no supe qué pensar, ni qué responder, ni qué hacer, porque hacía poco tiempo que Juan y yo habíamos estado sentados juntos en el Congreso Iberoamericano de Municipios Verdes, evento al cual me había invitado para que disertara sobre “Cambio Climático, Usos de Suelos y sus Impactos en los Gobiernos Municipales”, y para mí no era posible que alguien le disparara y le matara.

Y preguntaba:¿Cómo es posible que en este país cualquier persona díscola tenga un arma con el único propósito de matar al prójimo?, sin importar su rango político, social, administrativo y municipal, y ¿cómo es posible que alguien que ha contraído una deuda económica encuentre como única forma de saldar la eliminación física del acreedor, de su guardaespaldas, y complementariamente opte por el suicidio?, sabiendo que ese acreedor es Alcalde de uno de los tres municipios más grandes del país, que es el presidente de la Federación Dominicana de Municipios (Fedomu), y que es un destacado miembro del Comité Político del Partido que hoy gobierna.

El asesinato de Juancito ha conmocionado los cimientos y la conciencia del país, por ser un joven afable, amable, sencillo y cercano con todo el mundo, sin distinción de filiación política, como es mi caso, pues al margen de mi conocida militancia política reformista-balaguerista, y al margen de mis críticas públicas a muchas decisiones peledeístas,  Juancito me invitaba como orador a las Asambleas de la Fedomu para que disertara frente a los alcaldes sobre los principales problemas ambientales nacionales, sobre la falta de ordenamiento territorial y sobre prevención y mitigación de desastres, lo que indica que para Juan la solución de los problemas ambientales y sociales estaba por encima de criterios políticos personales y eso le hacía ser muy apreciado.

Pocas veces nuestro país ha sido tan fuertemente estremecido como en este caso brutal, y es que la forma brusca en que ocurrieron los hechos, la jerarquía administrativa y política del funcionario asesinado en su lugar de trabajo, las torpes razones que motivaron a su agresor, la sencillez y humildad que adornaban a Juancito, su reconocido espíritu deportivo, sus preocupaciones ambientales, y su presencia permanente en las redes sociales mostrando su trabajo diario como Alcalde de Santo Domingo Este, como presidente de la Fedomu, y como padre, le hacían una figura pública querida por la gente, y hasta al cielo llegaron los deseos incontenibles de llorar al oír su viuda hablar al momento del funeral, pues la lluvia arreció como nunca, y ya no pudo parar.

 Cada día vemos que cientos de miles de armas de fuego andan libremente en manos de personas díscolas que no las portan para defenderse cuando su vida esté en peligro mortal, sino que las portan para agredir de manera mortal a quien le mire mal, a quien le hable mal, a quien le roce su auto, a quien simpatice por otro candidato, a quien no se deje quitar su teléfono celular o su cartera personal, o a quien le cobre o a quien le deba, en fin, esta sociedad está afectada por un canibalismo tribal donde para cerebros que no saben pensar la única solución es matar, al extremo que ya no se respeta la vida de nadie, ni siquiera la vida de las autoridades, y cuando la criminalidad se abalanza sin límites contra la autoridad es señal inequívoca del colapso de toda la sociedad; y ahora nadie está seguro, absolutamente nadie, pues en una sociedad de imitación cualquier loco aburrido querrá repetir la misma acción, y la única solución posible a este terrible mal es proceder a desarmar. 

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas