La República Dominicana cuenta con un legado artesanal amplio y de importante valor histórico. Por ejemplo, el higüero nos llega desde la época precolombina, con el que se crean hermosas piezas para distintos usos en el hogar.El arte taíno de hacer utensilios de cocina y elementos decorativos en higüero retoma vida en la mano del artesano tamborileño Alberto Ramos, quien vuelve su mirada a nuestros orígenes para crear piezas únicas a partir del fruto del árbol del mismo nombre.
La práctica que se creía olvidada es rescatada por este artesano, quien elabora piezas como bandejas, copas, vasos, cucharas, maceteros, jarrones, lámparas de escritorio y techo y diversos utensilios y adornos, ideales para ambientar terrazas o servir ciertos platos sólidos en restaurantes.
Ramos lleva aproximadamente siete meses elaborando las piezas artesanales en su pequeño taller en la comunidad Canca la Piedra, de Tamboril, pero la técnica de pulir y tallar, la aprendió cuando era un niño, en el taller de ebanistería donde laboraba su padre, lo que pone en práctica con los higüeros hoy día.
El artesano relata que la idea de trabajar los higüeros, y volver a nuestras raíces, le surgió mientras recorría la cordillera septentrional en un caballo y vio las matas de higüero, y comenzó a investigar sobre estas, llegando a la conclusión de que debía rescatar este arte.
“Esta práctica tiene muchos siglos, los indígenas la usaban para cargar agua del río en las calabazas, para servir la comida, también hacían cucharas, usaban los envases como vasos para tomar agua; entonces buscando, leyendo libros, he aprendido más, me he dado cuenta que esto tiene su importancia”, precisa Ramos.
Ramos dice que sus piezas no solo sirven para decoración, sino de utensilios de cocina, citando como ejemplo las bandejas, que pueden ser usadas en restaurantes, así como las lámparas para iluminar las terrazas de las casas, así como en hoteles y restaurantes.
Proceso de elaboración
Alberto Ramos explica se va a la cordillera a colectar los higüeros, que se cosechan de diferentes tamaños –lo que permite la diversidad de artesanía-, y que estos deben estar llenos para que tengan la resistencia necesaria. Una vez se le saca la pulpa, lo deja alrededor de un mes secándose, y toma el color dependiendo si está en el sol o en una sombra. La pintura para que se mantengan en buen estado y los paisajes o grabados taínos que poseen las piezas, es elaborada por el artista del pincel Gabriel Salcedo. El artesano ha llevado su arte hasta una tienda de artesanía de Punta Cana y otra en la Zona Colonial en Santo Domingo, y asegura que le han llamado de Europa interesados para que les envíe piezas.
