El estornudo

Se trata de un acto reflejo convulsivo, por medio del cual nuestro cuerpo expulsa aire desde los pulmones a través de la nariz y, en ocasiones, por la boca. Provocado por sustancias extrañas que logran irritar la mucosa…

Se trata de un acto reflejo convulsivo, por medio del cual nuestro cuerpo expulsa aire desde los pulmones a través de la nariz y, en ocasiones, por la boca. Provocado por sustancias extrañas que logran irritar la mucosa nasal, se debe tener sumo cuidado, ya que el estornudo puede diseminar enfermedades mediante el lanzamiento de partículas al aire.

1. Fuerza. En un estornudo, el aire sale disparado por la nariz (y la boca) a una velocidad media entre 110 y 160 kilómetros por hora. De ahí que se considere un mecanismo de defensa del aparato respiratorio.

2. Acción. Resulta curioso, pero para una persona es muy difícil mantener los ojos abiertos mientras estornuda. Quizás no lo hayas pensado, pero el reflejo de cerrarlos tiene un fin: que el aire vaya desde los pulmones hasta la nariz puede aumentar la presión ocular y desplazar un poco los ojos, haciéndoles daño. Además, es posible que los gérmenes contenidos en la saliva toquen el globo ocular y produzcan una infección. Una prueba más de que nuestro cuerpo ha sido perfectamente diseñado. 

3. Por defecto. Es casi imposible estornudar sin mover la cabeza hacia delante (sólo si el estornudo fuese muy suave). Este movimiento ayuda a expulsar algunos de los factores desencadenantes que irritan el aparato respiratorio como polvo, pimienta, talco, químicos, polen, entre otros.

4. Alternativa. Seguro has tenido la sensación de querer estornudar sin éxito alguno. Si ocurre otra vez, manos a la obra: intenta mirar alguna luz brillante durante un instante (no mires directamente al sol). ¡Te recordarás de este artículo! Estudios han demostrado que alrededor de un 35% de la población tiene estornudos fóticos (luz), observados desde la antigüedad por Aristóteles, en el siglo IV a.C.

5. Alerta. Exclamar “¡salud!” al momento de una persona estornudar tiene sus orígenes en los tiempos del papa Gregorio I (540-604) que, debido a que la peste se extendía por Europa, ordenó plegarias y procesiones constantes. Quien estornudara era denunciado mediante esta exclamación que funcionaba como una oración para bendecir el área e impedir la propagación de esta enfermedad.

 

 

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