El sicariato, asunto de vida y muerte

En realidad, no todos los casos de sicariato son conocidos, aunque en determinados ambientes son el pan de cada día.

En realidad, no todos los casos de sicariato son conocidos, aunque en determinados ambientes son el pan de cada día. Pasan desapercibidos para la población. Los medios de comunicación no se enteran y si les llega la noticia quizás ni les interesa publicarla. La Policía Nacional también se hace de la vista gorda, pues resulta complicado entrar en ese tipo de investigaciones, y no la culpo, así ocurre hasta en los países ricos. Muchas son muertes por encargo entre pandillas, y esos muertos parece que no tienen dolientes. Por ello buena parte de los actos del sicariato no se sancionan.

Algunos imaginan que el sicario es alguien frío, calculador, sin alma, que estudia detenidamente los pasos de su víctima, que anda bien armado, que es discreto y silencioso, que no tiene amigos, que está preparado para enfrentar cualquier contratiempo, que cuenta con una extraordinaria preparación física y sicológica, que donde pone el ojo ahí va la bala.

Lo anterior es lo que vemos en las películas de Hollywood. Y nuestra realidad no puede ser más distinta, resaltando que no negamos que el tipo de sicario descrito existe entre nosotros, pero no es común, y cuando ocurre el hecho tampoco suele tener consecuencias para quien lo provoca.

El sicario que abunda aquí es un muchacho, alguien sin educación, de familia disfuncional, sin orientación para destacarse en el bien. Es propenso al alcohol y las drogas. Convive con la violencia, casi siempre desde niño. Carece de voluntad. Es influenciable. Dice todo lo que hace, y hasta lo pregona con orgullo. Mata a cambio de cheles, o de estupefacientes.

Este mal debemos enfrentarlo con seriedad. Empieza a escapársenos de las manos. El sicario en potencia o activo necesita ayuda para no llegar al cruel mundo de sangre y luto, o para salir del mismo. La prevención es vital en estos casos.

Dirán que es muy difícil lograrlo, pues donde hay pobreza y escasas oportunidades para desarrollarse la violencia se expande rápidamente. Pero algo debemos hacer, con el concurso de todos, y con el gobierno a la cabeza metido de lleno, mejorando las condiciones de vida en los barrios, promoviendo la educación integral en ellos, fomentando actividades deportivas y culturales y creando empleo.

Sólo atacando el fondo del problema podremos frenar y luego disminuir el sicariato. Y de no hacerlo desde ya, ojalá no expresemos luego que es demasiado tarde. Es un asunto de vida y muerte, de paz e inseguridad.

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