Ahora que los dioses duermen, de Orlando Gil

Los novelistas franceses del siglo XIX fueron seducidos por la  obsesión de una obra inacabable en que la sociedad de su tiempo quedara plasmada vívidamente, como un retrato absoluto. La Comedia Humana, de Honorato de Balzac y En la búsqueda del&#8230

Los novelistas franceses del siglo XIX fueron seducidos por la  obsesión de una obra inacabable en que la sociedad de su tiempo quedara plasmada vívidamente, como un retrato absoluto. La Comedia Humana, de Honorato de Balzac y En la búsqueda del Tiempo Perdido, de Marcel Proust,  son dos ejemplos de esa pasión devoradora.

Con el mismo interés novelesco se dejan leer los dos tomos de Ahora que los dioses duermen, del veterano columnista y poeta Orlando Gil, donde reúne sus trabajos periodísticos en los que dio seguimiento durante décadas a los liderazgos que se dividieron la primacía política del país desde la decapitación de la tiranía trujillista en 1961 hasta el ascenso al poder del doctor Leonel Fernández en 1996, gracias a la coalición que se conoció como el Frente Patriótico.

Joaquín Balaguer, Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez compartieron un agitado y peligroso escenario como líderes de los partidos Reformista Social Cristiano (PRSC), de la Liberación Dominicana (PLD) y Revolucionario Dominicano (PRD). Para bien o para mal, con la desaparición de los tres colosos la política dominicana no ha vuelto a ser la misma, ni sus partidos, y creo que el país tampoco. Claro está, globalmente vivimos otra época.

El colega Gil fue cronista y analista al mismo tiempo de ese largo proceso que vio sucumbir a más de una pluma con iguales niveles de criticidad.

Con todos estos trabajos contenidos en dos extensos volúmenes, se facilita al lector ambientarse en  lo que fue una época que ahora, con cierta nostalgia,  nos parece distante, matizada por acciones cercanas a la barbarie.

El análisis de los contextos en que se produjeron levantamientos guerrilleros, intentos de golpes de Estado, crisis post electorales, divisiones de partidos, glorias y desgracias de figuras públicas, hacen que ahora los escritos parezcan textos de suspenso. Quizás quienes se decidan a leerlos o releerlos coincidan en algo conmigo.

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