Historia fronteriza domínico- haitiana

Como antídoto al nocivo pensamiento enlatado que preconizan conocidas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de intereses foráneos, resultan reconfortantes lecturas como la que nos ofrece Manuel Arturo Peña Batlle, fenecido intelectual dominicanista 

Como antídoto al nocivo pensamiento enlatado que preconizan conocidas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de intereses foráneos, resultan reconfortantes lecturas como la que nos ofrece Manuel Arturo Peña Batlle, fenecido intelectual dominicanista  en su Historia de la Cuestión Fronteriza Domínico-Haitiana.

La gestión editorial combinada de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y el Banco de Reservas permite a las jóvenes generaciones conocer una obra fundamental de la historiografía nacional, producida por un autor vilipendiado por los intelectualoides que se nos vendieron como marxista en la era postrujillista, tildándole de racista, anti-haitiano, conservador y atrasado, para solo referir algunos de esos epítetos satanizantes.

Una lectura exhaustiva de la obra de Peña Batlle conduce a una toma de conciencia sobre los orígenes de los pueblos dominicano y haitiano, libre de prejuicios, con una visión científica del hombre y el ambiente.

El autor ni siquiera puede ser acusado de “nacionalista”, término que tanto estigmatizan las ONG antinacionales. Ese “nacionalismo” cae en los linderos de las ideología, que como se sabe, es negación de la ciencia. Peña Batlle no hace más que contextualizar la realidad histórica, económica, social, política, cultural, espiritual y religiosa de dos pueblos condenados a vivir en una isla dividida brutalmente por el interés de los imperios que se repartieron el continente americano.

Hoy como ayer, son los mismos intereses que influyen en el destino de República Dominicana y Haití, y como siempre, tienen agentes locales que combaten a quienes como Peña Batlle abogan por el pensamiento auténtico, en  benficio de la liberación económica, política y espiritual.  Pienso que a Peña Batlle, ese “intelectual trujillista, burgués y oligarca”, no se le persigue y desdeña por esos falsos atributos ,sino por su depurada formación intelectual y científica. La mediocridad no perdona esas cualidades.

Es tarea pendiente de la joven intelectualidad dominicana estudiar a Peña Batlle, como ya lo hizo Manuel Núñez, ganándose un odio que todavía no comprendo.

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