Gritones

No hay que renegar de nuestra idiosincrasia de hablar alto, siempre que mantengamos el rasgo en lo pintoresco. No lo somos si acompañamos la mínima opinión oral con un tono de voz innecesariamente estruendoso, hasta comunicando en radio o televisión.&

No hay que renegar de nuestra idiosincrasia de hablar alto, siempre que mantengamos el rasgo en lo pintoresco. No lo somos si acompañamos la mínima opinión oral con un tono de voz innecesariamente estruendoso, hasta comunicando en radio o televisión.

“Todos los que no tienen nada que decir hablan a gritos”, apunta una máxima del humorista español Enrique Jardiel Poncela. La expresión oral innecesariamente estentórea denota primitivismo, resta calidad al emisor y al mensaje.

Nos extraviamos como expositores si pretendiendo “hacernos oír” ensordecemos al mundo. Afectamos además la capacidad de escuchar adecuadamente a nuestros interlocutores. De la abundancia del corazón habla la boca, dicen los evangelios; la forma de decir también cuenta.l

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