Educando para qué

Todos pensamos que la educación es importante y que juega un rol estelar en el desarrollo.Tanto es así que sería políticamente…

Todos pensamos que la educación es importante y que juega un rol estelar en el desarrollo.
Tanto es así que sería políticamente incorrecto, y hasta poco sentimental, considerar argumentos contrarios. “Sin educación el progreso es impensable”, “estoy totalmente de acuerdo con el 4% del PIB para educación”… Y verbalizamos un montón de cosas que suenan elegantes y nos hacen quedar bien.

El problema es que pocos nos sentamos a definir claramente en qué consiste esa educación que tanto reclamamos…

¿Queremos que los chicos vayan a la escuela a aprender qué exactamente? ¿Que sepan cuántos pingüinos quedan en el Polo Norte? ¿Que reciten de memoria las encíclicas papales? A lo mejor  nos conformaríamos con que aprendan las herramientas básicas de matemáticas y lecto-escritura. Es importante que definamos bien lo que queremos en esta materia.

Porque la escuela, aun con buenos planteles y excelentes profesores, puede convertirse en un poderoso instrumento de mala educación, cuando destina horas y otros recursos a que sus alumnos se embotellen conocimientos que no se necesitan para nada. Y cuando omite enseñanzas que son claves para el rendimiento productivo.

Se puede asistir a la escuela por años y salir de ahí sin tener la más mínima idea de cómo conciliar una cuenta bancaria.

Fajarse en la escuela para después ser abogados o mercadólogos que no encuentran trabajo y descubrir que “lo que deja” es cabildear entre políticos o darle bien a un bate, es sencillamente frustrante.

Y la juventud que queremos “educar” lo sabe. Porque observa detenidamente lo que el mundo que le espera está pagando y valorando.

¡Es aquí en donde el juego se tranca! Mucho de lo que se enseña no es productivo y mucho de lo que se premia y paga tampoco lo es ni contribuye al desarrollo de un país.

Mientras no se reforme el sistema educativo tomando en cuenta este tipo de cosas, podemos asignarle no un 4%, sino un 20% para educación y estaríamos desperdiciando gran parte de esos recursos.

Aunque no suene elegante, lamentablemente así sería.

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