En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de varios monos cuando descubrió un curioso grupo de neuronas. Las células cerebrales no sólo se encendían cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que, simplemente con contemplar a otros hacerlo, también se activaban. Se les llamó neuronas espejo o especulares.
En un principio se pensó que simplemente se trataba de un sistema de imitación. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho desde su descubrimiento, el último de los cuales se publicó en la revista médica Science, indican que las implicaciones trascienden, y mucho, el campo de la neurofisiología pura.
El sistema de espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Por su potencial trascendencia muchos especialistas han llegado a afirmar que el descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología”.
Estos son algunos de los detalles que desvela el libro Las neuronas espejo (Paidós, 2006), una obra en la que Giacomo Rizzolatti, galardonado en 2011 con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación, desvela qué son las neuronas espejo y cómo se activan cuando realizamos una acción determinada en primera persona como cuando vemos que otras personas la realizan. En este libro, Rizzolatti cuenta de primera mano algunas de sus investigaciones y hallazgos, que según el jurado del último Premio Príncipe de Asturias se consideran “entre los más importantes de la neurobiología, cambiando nuestra forma de entender el cerebro, y abren nuevos caminos para el tratamiento de el Alzhéimer y el Parkinson, así como para la comprensión y el posible tratamiento del autismo.
Brindan un vínculo con los demás
El mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. La sociedad, la familia y la comunidad son valores realmente innatos. Ahora, la sociedad intenta negarlo y por eso los jóvenes están tan descontentos, porque no crean lazos. Ocurre algo similar con la imitación, que en Occidente está muy mal vista y sin embargo, es la base de la cultura. Se dice: “No imites, tienes que ser original”, pero es un error. Primero tienes que imitar y después puedes ser original. Para comprenderlo no hay más que fijarse en los grandes pintores.
¿Cómo podemos imitar? Cuando se observa una acción hecha por otra persona se codifica en términos visuales, y hay que hacerlo en términos motores. Antes no estaba claro cómo se transfería la información visual en movimiento. Otra cuestión muy importante es la comprensión.
Son permanentes
No sólo se entiende a otra persona de forma superficial, sino que se puede comprender hasta lo que piensa. El sistema de espejo hace precisamente eso, te pone en el lugar del otro. La base de nuestro comportamiento social es que exista la capacidad de tener empatía e imaginar lo que el otro está pensando.
Estas neuronas se activan incluso cuando no ves la acción, cuando hay una representación mental. Su puesta en marcha corresponde con las ideas. La parte más importante de las neuronas espejo es que es un sistema que resuena. El ser humano está concebido para estar en contacto, para reaccionar ante los otros. Yo creo que cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón es porque no tiene contacto social.
De acuerdo con Giacomo Rizzolatti, las neuronas espejo muestran que no existe una barrera definida entre los individuos, que estamos mentalmente interpenetrados y a su vez representan un modelo de comunicación telepática y empática transpersonal que nos liga dentro de una estructura de vasos comunicantes con todos los seres con los que hemos interactuado. Es decir, somos reproductores, de lo que hacen y piensan todas las personas con las que hemos tenido contacto -donde cada transmisión del espejo se convierte en el eco de una catedral de infinitas campanas- y así se va construyendo el proceso de nuestro cerebro con el que aprehendemos la realidad y la transformamos.
Aeolus Kephas, en su ensayo didáctico “Escritores del Cielo en Hades, argumenta que las neuronas espejo constituyen una base científica de la telepatía y que éstas también son agentes de la evolución humana hacia una siguiente etapa en la que dicha telepatía —que sucede ya en estos momentos-se haría consciente, transparentando la noósfera en la que convivimos y comunicando la totalidad de nuestros seres de manera directa, sin interferencia.
El ser humano aprende imitando
Todo esto nos hace pensar que las neuronas espejo son el mecanismo esencial para comprender las intenciones de otros, para desarrollar una teoría de la mente y, por ende, para capacitarnos para la vida social. La capacidad de adoptar el punto de vista de otro supone, entre otras cosas, la posibilidad de una imitación intencional y, por tanto, de un aprendizaje basado en la imitación.
Este elemento tiene importantes consecuencias desde el punto de vista evolutivo, lo cual, además, según este autor, permite afirmar que el sistema de las neuronas espejo marca un antes y un después en el debate entre naturaleza y cultura.